Solsticio de verano: el sol en las culturas milenarias
Cada 21 de junio se celebrar el solsticio de verano, el día más largo del año en el hemisferio norte. Los egipcios, mayas, incas, romanos, entre otras culturas realizaron monumentos y celebraciones en torno al solsticio por su importancia en las cosechas y sustento.
Redacción
Los solsticios y equinoccios son eventos que influyeron en las grandes culturas, al estar conectados con las estaciones y por lo tanto en los ciclos de los principales cultivos. Por ello, surgen varios festejos.
La palabra solsticio viene de «sol» y y «sistere» (quedarse quieto) debido a que parece que el sol se “queda quieto» antes de invertir la dirección. Durante el solsticio, el Sol alcanza su máxima declinación norte o sur en relación con el ecuador.
Durante el año hay dos solsticios que ocurren anualmente: el 21 de junio y el 21 de diciembre. Uno el día más largo del año y el otro el día más corto.
Durante la antigüedad, las culturas contemplaban los cuerpos celestes, que eran relacionados con “entidades poderosas”, dioses o semidioses que, al ser honrados concedían buenas cosechas, un clima amable y por tano una vida plena.
Antiguas celebraciones
El Sol ha sido reconocido y celebrado por muchas culturas en todo el mundo. Considerado una fuerza vital y poderosa. Su importancia se ve reflejada en su religión, arte y arquitectura.
El solsticio de verano fue una fecha importante para muchas culturas antiguas en todo el mundo debido a su asociación con la naturaleza, la fertilidad, la prosperidad y la renovación. Se celebraba con rituales, ceremonias y festivales para honrar al Sol y la naturaleza y marcar el cambio de estación.
En Egipto encontramos grandes pirámides que conmemoraban el solsticio de verano. Durante el solsticio de verano, el sol se eleva directamente sobre la Esfinge y brilla directamente en el interior de la Gran Pirámide de Giza en Egipto. Este fenómeno se debe a la alineación astronómica precisa de las pirámides, que se construyeron hace más de 4.500 años.
Asimismo, la cultura inca celebraba su correspondiente solsticio de invierno con una ceremonia llamada Inti Raymi, un festival que se celebra en Cusco, Perú, cada 24 de junio, durante el solsticio de invierno del hemisferio sur.
En la cultura Maya, también tenían una relación significativa con el solsticio de verano. Uno de los sitios arqueológicos mayas más impresionantes es Chichén Itzá, ubicada en la península de Yucatán en México.
Chichén Itzá cuenta con una impresionante pirámide conocida como El Castillo, que está alineada con precisión astronómica con los solsticios de verano e invierno. Durante el solsticio de verano, el sol ilumina un patrón de sombras en la escalera de la pirámide que parece ser una serpiente descendiendo. Este fenómeno se conoce como el «descenso de la serpiente emplumada» y se cree que representa la descenso de Kukulcán, una deidad maya.
Los mayas también construyeron observatorios astronómicos y desarrollaron un sistema de escritura jeroglífica para registrar sus observaciones astronómicas y eventos importantes en su calendario. La cultura maya tenía una comprensión profunda de la astronomía y la relación entre el sol y la vida en la Tierra.
En Inglaterra, el solsticio de verano es un evento importante que se celebra en muchos lugares, pero especialmente en Stonehenge. El monumento de Stonehenge está relacionado con el solsticio de verano de una manera muy especial.
Durante el solsticio de verano, el sol se eleva justo detrás de la piedra conocida como el talón del talón, y su luz ilumina el centro del círculo de piedras. Este fenómeno ha sido observado y documentado por muchos siglos, y es una de las razones por las que el solsticio de verano es un evento importante en Stonehenge.