La paternidad: una experiencia maravillosa
El doctor Luis Felipe Hernández, quien considera la vida como una aventura que vale la pena emprender, habla de sus dos paternidades. La más importante, los cinco hijos que hoy son profesionales, y la “otra paternidad”, Visión Integral, la clínica oftalmológica que fundó con su esposa y en la que a sus 84 años sigue trabajando junto con sus hijos.
Roxana Orantes Córdova
“Todo me ha sido dado. Un vientre generoso que me recibió con amor. La vida me dio oportunidades y el tesoro más grande de todos fue que encontré a la mujer de mi destino. Mi esposa, fallecida hace un año, tiene un lugar especialísimo en mi vida”, dice el doctor, un hombre jovial y culto, a quien su trabajo no le impide escribir sus pensamientos y dedicarse al bonsái.
Luis Felipe Hernández se casó a los 23 años con la doctora Gloria Cospín, que tenía 21. Muchos lo consideraron una locura, ya que el matrimonio y los futuros hijos podrían coartar la carrera de estos dos estudiantes de medicina.
“Hicimos un pacto. No nos atrasaríamos un solo día en la carrera y así fue”. Ambos se graduaron el mismo día de 1969 y el doctor, graduado minutos antes que su esposa, ofició como padrino.

El estudio arduo no fue un obstáculo para el matrimonio ni para los hijos. Al preguntarle cómo lograron criar y educar a cinco niños mientras trabajaban y no dejaban de desarrollarse profesionalmente, explica:
“Cuando ella tenía turno en el hospital yo cuidaba a los niños, y cuando yo tenía turno, ella se quedaba en la casa”.
De esta manera, apoyándose mutuamente en cada paso, lograron avanzar y según recuerda: “nos encantó siempre la vida. Fuimos dos enamorados de la vida. Nunca perdimos el espacio lúdico que debe estar presente en todo momento”.
“Dos jóvenes criando. Una aventura desde el principio que permitió desarrollar un espíritu amplio de colaboración. También hubo apoyo de las mamás, que cuidaban a sus nietos cuando era necesario. Cinco hijos en seis años. Fue una vida alegre”.
Graduados muy jóvenes, parecían haber logrado la estabilidad que muchos sueñan: la esposa gineco obstetra en el San Juan de Dios, el esposo cirujano en el Roosevelt. “Después me trasladé a oftalmología, como especialidad”.
Sin embargo, Luis Felipe Hernández no pretendía quedarse ahí y encontró una oportunidad para viajar a Harvard, donde estudió cirugía de retina, como sub especialidad. Como el matrimonio temprano, esa decisión fue considerada por muchos como “una locura”, pero funcionó y dio paso a la mayor aventura de su vida.

El hospital del rey saudí
Según recuerda el doctor, al hospital de Harvard donde realizaba sus estudios, solía llegar el rey de Arabia Saudita con todo su séquito. Los médicos estadounidenses que atendían al monarca eran sus profesores, y «la dinámica del hospital no permitía ese tipo de visitas. El rey llegaba con el que le daba de comer, los que le echaban aire y creo que hasta con los camellos», sonríe Hernández.
«Un día, mi jefe me embarcó en el gran proyecto, Le habían propuesto al rey que construyera un hospital para atenderle los ojos en su país y estuvo de acuerdo. Pero faltaba staff y mi jefe me recomendó para cirugía de retina. Yo ni siquiera estaba seguro de dónde se ubicaba ese país geográficamente».
Aunque nuevamente parecía una locura, se decidieron y pronto, Luis Felipe Hernández estaba en Los Ángeles, para una entrevista telefónica de larga distancia, donde dejó claro: «tengo cuatro hijos y esposa. No los dejo. Ella es médico». Así, «Le encontré colocación en el mismo hospital. Cuando salimos para allá, iba otro bebé en camino».
«Inicialmente eran tres meses de prueba, que se convirtieron en seis años. Nos fue bien», recuerda. En esa época, viajaron por varios países y tuvieron muchas satisfacciones, pero «decidimos con los hijos que tampoco es sano vivir como nómadas. La mayor estudiaba medicina en la Universidad Francisco Marroquín, otros dos en Suiza y los dos pequeños, en Arabia Saudí. La familia repartida en tres continentes. Nos encontrábamos en Europa, varias veces en Viena, que nos gustó mucho. Pero no es el patrón que queríamos para nuestra familia. Pensé que podríamos llegar a tener «nietos regados por el mundo» y decidimos volver».

Sexto hijo: nace Visión Integral
«Veníamos con la idea de hacer esta clínica. La usanza entonces era un doctor con su secretaria que también era asistente. Ese es el esquema viejo. Mi esposa era muy dinámica y estudió Administración de Empresas en la UFM, se graduó y fue gerente general hasta unos meses antes de morir.
La clínica es nuestro sexto hijo. Se fundó como una sociedad anónima. Escoger socios no es fácil. Los hijos se prepararon en diferentes especialidades. Ana, en oftalmología pediátrica, Jorge especialista en cirugía de catarata. Él me operó. Otra hija es ingeniera química y administradora, una terapeuta y un arquitecto.
Hoy, somos diez socios. Cada uno aporta de tal manera, que es una clínica multidisciplinaria que atiende córnea, glaucoma, cataratas, pediatría, vítreo y otras especialidades. Transformamos una casa de la zona 9 que ahora es una clínica amplia, con todos los adelantos y equipo que se requieren. Contamos con cuatro quirófanos y un anestesista de planta.
Al principio fuimos «los loquitos». Al final, puedo decir «todo me ha sido dado». Fue alegre, fue maravillosa la aventura de la vida. La muerte es el misterio que no podemos resolver. Es una buena maestra. Aquí estoy, sigo trabajando y gozando de tener a mis hijos, que ya no son chicos, además de nietos, que son un regalo. Una de las nietas ya está casada. Ya tengo «punto de bisabuelo».
Cada uno de los hijos aporta su granito a la clínica, desde su propia especialidad. Estoy muy contento con la vida que viví, con nuestra contribución al mundo, ese ramillete de cinco vidas, que son cinco personas extraordinarias», narra Luis Felipe Hernández, quien concluye:
«El secreto de la paternidad es vivir esa experiencia maravillosa como una aventura. En lo personal, contento con no obedecer al orientador vocacional que me recomendó estudiar ingeniería cuando entré a la universidad y también contento con haber vivido la loca aventura en que nos embarcamos con mi esposa, con quien vivimos 60 años juntos».
