Presidente, considérelo
Por William Kawaneh
Bernardo Arévalo está llevando al país hacia un hartazgo y posible estallido social. Su deber como presidente es llamar a la unión nacional. Arévalo, ante el fracaso de su gobierno desde todas las aristas posibles, es incapaz de aceptar la realidad y culpa a otros de sus fracasos. La situación más alarmante, que afecta a la mayoría de los guatemaltecos, es la violencia.
Arévalo, además de nunca aceptar la responsabilidad, mostrando una dudosa capacidad para gobernar y una falta de ejecución, ha presentado una cualidad muy peligrosa. Como diría mi señora madre: «El pez por la boca muere». Arévalo, en su intento de dar la cara al pueblo, sigue cayendo cada vez más bajo, «con total cerveza». Esto deja en duda su capacidad para razonar frente al público.
Algo que lo hace aún más vulnerable y que provoca que los guatemaltecos cuestionen aún más su gestión, es la facilidad con la que se hunde, especialmente cuando abre la boca y dice lo que piensa. Arévalo ha dejado de lado sus intentos de ser políticamente correcto y ha adoptado una postura de «miles y milas». Su narrativa progresista, que parece brotar desde lo más profundo de su corazón, y la facilidad con la que la transmite, evidencian aún más su condición de «títere impuesto».
El 10 de marzo de 2025, Arévalo mencionó la posibilidad de trabajar con el órgano legislativo para mejorar el control de armas largas y municiones debido a la escalada de violencia en el país. Abiertamente progresista y miembro del Grupo de Puebla, Arévalo es un admirador del control gubernamental sobre la población. Y es en este punto donde, este «pez globo» termina de ponerse panza arriba.
Guatemala tiene no más de 30 años desde la firma de la paz, un acuerdo muy mal hecho, por cierto. Heridas y muertes que aterran a muchas familias, y resentimientos que se transmiten de generación en generación y se refuerzan en algunas universidades (centros de adoctrinamiento) por «académicos».
El intento de la Unión Soviética de instalarse en Guatemala fue un muy mal experimento que terminó en una derrota definitiva. Desde entonces, la derecha guatemalteca ha marcado y definido un importante extremo, y lo más crucial: ha generado una eterna vigilia para evitar que esto vuelva a suceder.
Arévalo es muy irresponsable al hacer declaraciones y tratar de impulsar proyectos, como sus colegas progresistas han intentado en otros países. En Guatemala se trató de hacer algo similar en su momento, con personas mucho menos informadas, y no terminó bien. Ahora, en su ilusión y embriaguez de poder por seguir los fallidos pasos de su padre, con tal de sentir algún orgullo por decir lo que piensa, nos puede salir muy cara la factura.
La irresponsabilidad de Arévalo deja claro que no sabe en dónde está parado. Un pueblo que cada vez está más desgastado con él, que no lo eligió, y que decide ser el mismo. La derecha guatemalteca está recibiendo el hartazgo de su ineptitud, el colapso económico, la inseguridad y ahora atenta contra lo más sagrado que un hijo de Dios puede tener: el derecho de defender su vida.
La pregunta es: ¿se hará algo al respecto? Este ejemplo de progresismo guatemalteco, gracias a Dios, ha sido muy ineficiente, pero también dañino. Es mejor ver al lobo que a la oveja disfrazada. Este chihuahua maloliente se está quedando cada vez más solo.
Arévalo está tocando las puertas de una revuelta social, abriendo heridas que deberían quedar en el pasado. El control de armas, como políticas pre-dictadura, son procesos que en Guatemala no ocurrirán. La guerra ya existió, y la perdieron. Leer el manual comunista al revés no le funcionará a Arévalo. Los ministros de Gobernación, cuya alma está vendida al extranjero (IEPADES), están susurrándole al oído, lo que resultará en el error que lo terminará socavando.
Guatemala es un país de armas, es un hecho. Somos un país donde la ausencia del Estado y las visiones postguerra han marcado lo que significa lo preciado que es la libertad para nosotros. El guatemalteco es fuerte, valiente y trabajador. Vela por su vida, por su trabajo y lo más preciado: su libertad.
Señor presidente impuesto, le invito a que por favor retire lo dicho. Por el bien de la ciudadanía, usted está tocando la última gota de la gente de bien, que trabaja y que hemos sacado adelante este país a pesar de esta muerta primavera. Ya le hemos dejado pasar muchas, pero de esta idea, no se escapa.
Señor presidente, acá dejo una tabla para su consideración.

Small Arms Survey. (2018). Civilian firearms holdings, 2017. Graduate Institute of International and Development Studies. Recuperado de https://www.smallarmssurvey.org
El 98% de las armas están en manos de la población, una población que está agotada de la «primavera». Es una población que valora su vida y su libertad, que celebra el fin del conflicto armado y que, al final, salió victoriosa.
Señor presidente, con solo un 2% de las armas en manos de la policía, ¿está realmente seguro de querer seguir por este camino? Permítame recordarle que el ejército no lo apoyará, por razones que son bastante claras.