SS
Por Igumeni Inés Ayau
Publicado en Nuestro Diario
Cada año desde hace como dos mil años, en esta época que tiene que ver con el cosmos y su rodar perpetuo, celebramos en todo el mundo un acontecimiento histórico más que memorable. Un acontecimiento que cambió hasta el calendario. Cada lugar conmemora de forma diferente y aquí, con espectaculares o menos espectaculares procesiones, con alfombras de flores, aserrín o verduras, que recuerdan cada paso de la última semana de vida de Jesús de Nazaret.
La devoción se respira en los que van a las iglesias, en los que hacen alfombras y rezos, en los que cargan procesiones y hasta en los que se van a descansar al mar o a la montaña. Todo el ambiente cambia. Es Semana Santa.
Todos sin remedio, piensan en Jesucristo. Unos para afianzar su fe cristiana y otros para rebatirla o procurar ignorarla sin éxito.
Hay grupos políticamente fuertes que a lo largo de la historia han intentado destruir esta fiesta pues desconocen esta energía, y por más que hagan y crean que logran algo, es como pelear contra el mar, la marear regresa a su lugar. Nunca podrán contra la fuerza del mar.
Y para los que sí celebramos felices, es una fiesta que nos renueva anualmente. Intentamos ser mejores personas, acercarnos al Crucificado Resucitado y su entorno y recibir todas las bendiciones que se derraman a raudales de ese evento histórico eterno: un acercamiento más al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Ese debe ser nuestro norte. Contra esa Cruz y Resurrección debemos medir nuestras decisiones familiares y políticas. Lo que se aparte de esa verdad nos llevará a estar del lado de los mentirosos, hijos del diablo. Sigamos adelante con firmeza y nunca claudiquemos de nuestra fe, si vamos a la iglesia, al templo, si cargamos o nos vamos al mar o a la montaña. Es Semana Santa.