Motín en Renovación I revela fracaso del modelo carcelario de Jiménez
El segundo motín registrado en menos de una semana en el Centro de Detención de Máxima Seguridad para Hombres Renovación 1 expone con crudeza lo que el discurso oficial intenta ocultar: no ha habido cambios estructurales reales en el sistema penitenciario, a pesar de la retórica del Ministerio de Gobernación (Mingob) sobre un “nuevo modelo de seguridad”.
Redacción
Reinaugurado hace apenas siete meses como emblema de una supuesta transformación en el sistema carcelario, Renovación 1 ha sido escenario de dos “pruebas” que, lejos de validar el modelo, parecen confirmar su fracaso prematuro.

El primero fue la captura de un guardia coludido con reos para ingresar dinero proveniente de extorsiones; el segundo, el motín del 15 de junio, en el que los privados de libertad tomaron como rehenes a sus propias visitas tras la eliminación de ciertos privilegios.
Aunque el viceministro de Seguridad, José Portillo, aseguró que el control del centro fue restablecido rápidamente, y el ministro Francisco Jiménez se apresuró a publicar frases contundentes como “no son vacaciones, son prisiones”, los hechos apuntan a otra realidad.


Siguen privilegios
Las 21 requisas que el Mingob afirma haber realizado durante junio no han impedido que los internos mantengan privilegios impropios de un centro de máxima seguridad. Gorras, mochilas, cangureras, tenis deportivos, relojes y otros objetos personales continúan en posesión de los reclusos, incluso después de los operativos. En muchos casos, también se les permite expresar abiertamente su afinidad con pandillas, mediante señas.


Es decir, a pesar del endurecimiento anunciado por las autoridades, los controles siguen siendo laxos o selectivos. Las condiciones observadas dentro de Renovación I contradicen la narrativa de una prisión estrictamente vigilada y controlada. La permisividad en elementos simbólicos y de identidad pandillera no solo representa una falla operativa, sino también un riesgo en términos de organización delictiva dentro del penal.
Un modelo fallido
Las inconsistencias entre lo que declara el Mingob y lo que sucede en los centros penitenciarios generan serias dudas. ¿Busca la cartera generar una cortina de humo en medio del repunte de violencia en el país?
El propio ministro Jiménez ha enmarcado estos incidentes como “pruebas del sistema”, pero las pruebas revelan que los problemas de fondo siguen intactos: corrupción en el personal penitenciario, ingreso de ilícitos, presencia activa de estructuras criminales y la capacidad de los reos para desestabilizar la gobernabilidad dentro del penal.

Mientras el Ministerio de Gobernación se concentra en la narrativa de la “renovación”, las evidencias demuestran que ni siquiera ha logrado establecer estándares básicos de seguridad. Lo que debería ser un centro modelo, es hoy un espejo del colapso institucional que persiste en el sistema carcelario guatemalteco.
La falta de cambios reales, la permisividad con símbolos de pandillas, el ingreso de objetos personales prohibidos y la colusión del personal del Sistema Penitenciario hacen cada vez más difícil sostener el relato oficial.