Mingob realiza traslado de pandilleros a Renovación 1
El reciente traslado de diez líderes del Barrio 18 y la Mara Salvatrucha al centro de máxima seguridad Renovación 1 fue presentado por el Ministerio de Gobernación como un avance contundente en la lucha contra el crimen organizado. Sin embargo, el contexto en el que se realiza esta medida deja abiertas varias interrogantes sobre su efectividad real.
Redacción
Hace apenas unas semanas, una requisa en la cárcel de máxima seguridad Renovación I reveló lo que muchos sospechaban: el Estado ha perdido el control incluso en los recintos supuestamente más estrictos del sistema penitenciario. Teléfonos, dispositivos electrónicos, dinero en efectivo y comunicaciones con el exterior demostraron que las clicas siguen operando desde dentro.
Pese a esto, el Ministerio de Gobernación anunció con firmeza el traslado de 10 líderes del Barrio 18 y la Mara Salvatrucha a ese mismo centro, como si el simple cambio de prisión bastara para desarticular las redes criminales que operan tanto dentro como fuera de los muros carcelarios. ¿Qué se logra realmente con esta medida?


El operativo fue ejecutado la noche del miércoles 30 de julio por más de 800 agentes de élite de la PNC y del Sistema Penitenciario, y fue presentado por el ministro Francisco Jiménez como una acción «implacable, precisa y sin margen de error». Pero el anuncio no responde a una estrategia transformadora del sistema penitenciario, sino a una nueva maniobra reactiva que podría tener un efecto limitado, si no se enfrentan las verdaderas causas del problema.
Entre los reos trasladados figuran cabecillas conocidos como “El Lobo”, “El Diabólico”, “El Flaco” y “El White”, todos con historial de ordenar extorsiones, asesinatos y ataques armados desde prisión. La historia reciente indica que ni los muros de alta seguridad, ni las celdas de aislamiento, han impedido que sigan dirigiendo estructuras desde la cárcel.

Además, diversos informes y denuncias internas apuntan a una causa estructural: la corrupción dentro del sistema penitenciario. Sin controles reales sobre el personal, sin vigilancia tecnológica eficaz y con protocolos de seguridad constantemente vulnerados, cualquier traslado de alto perfil queda reducido a un espectáculo mediático más que a una solución real.
El Gobierno asegura que los reos permanecerán incomunicados, vigilados las 24 horas y sin acceso a privilegios. Pero el mismo discurso se repite desde hace años, mientras las pandillas adaptan sus métodos, corrompen autoridades y continúan operando con eficiencia desde centros que deberían ser su fin y no su base de operaciones.