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Berit Knudsen

Berit Knudsen

Cañones y seducción: anatomía del poder inteligente

4 de julio de 2025/en Opinión/por Berit Knudsen

Perú debe negociar con lucidez, diversificar socios y proteger su autonomía.

Berit Knudsen

Al finalizar la Guerra Fría, la estrategia política se reducía a potencias militares y presión económica con el clásico “poder duro”. Al colapsar la URSS, Joseph Nye advirtió que Hollywood, Silicon Valley o Harvard inclinaban voluntades extranjeras tanto como un portaaviones, y en 1990 llamó al magnetismo no coercitivo “poder blando”. Pero la seducción aislada no bastaba, por eso acuñó el concepto de “poder inteligente”: mezcla de coerción y encanto para optimizar resultados.

China usa la gama completa. En América Latina despliega poder blando con inversiones, infraestructura, becas y redes culturales; mientras en su periferia estratégica recurre al poder duro con fuerzas militares y presión directa. Con esta capacidad ajusta su repertorio según el terreno.

El megapuerto de Chancay en Perú, símbolo de seducción económica, fue financiado por COSCO con US$ 1,200 millones. Este puerto reduce a dos semanas la travesía a Asia y dinamiza la economía andina, proyectando a Pekín como “socio del desarrollo” sin usar soldados. Se añaden préstamos blandos, compras de materias primas y una red de Institutos Confucio, en diecinueve países latinoamericanos, que enseñan mandarín y difunden la narrativa oficial china. Estas obras generan empleo inmediato, prometen ganancias futuras y, al aliviar las arcas fiscales, legitiman los vínculos ante la opinión pública. El resultado es una sensación de ganar-ganar que aplaza las alarmas sobre la dependencia estratégica. Siguiendo a Nye, Pekín logra que los gobiernos “quieran lo que China quiere” sin sentir imposición, construyendo un “poder pegajoso”, una dependencia cuya ruptura se encarece con el tiempo. La intervención en el puerto de Hambantota (Sri Lanka) por 99 años, tras el impago de la deuda, recuerda que los contratos tienen letras pequeñas.

En el mar de la China Meridional la partitura cambia. Durante 2024 la Guardia Costera china patrulló diariamente Scarborough, Second Thomas y Sabina, colisionando con buques filipinos. Pekín veta a los políticos de Manila que impulsan leyes sobre esos arrecifes y mantiene la presión militar sobre Taiwán, India, Japón y Australia. Fuera de su vecindario refuerza la base naval de Yibuti y una estación de inteligencia en Cuba, señal de que recurrirá a la coerción si es necesario.

¿Por qué guantes de seda en Lima y puño de hierro ante Filipinas? La respuesta combina costo, visibilidad y jerarquía de intereses. América Latina presenta carencias en infraestructura y capital que permiten a China ganar influencia con poco riesgo. En los litorales asiáticos –donde están en juego rutas marítimas, hidrocarburos y soberanía–, los costos diplomáticos y militares son mayores. El poder inteligente combina ambos repertorios: en la ONU o la OEA invoca la cooperación, mientras sus barcos y misiles desafían a Asia.

La seducción económica no es inocua. Cuando puertos, rutas digitales o cadenas logísticas dependen de proveedores chinos, Pekín busca palancas que activará para retrasar créditos, restringir importaciones o “pausar” proyectos si un Estado adoptara posturas adversas. Así la frontera entre blando y duro se desdibuja, ajustando la estrategia al poder inteligente: beneficios visibles con presiones latentes.

China no reemplaza un tipo de poder con otro, son parte de una misma sinfonía. Donde valora el desarrollo, entona la seductora melodía de puertos, inversiones y becas; donde percibe amenazas, resuenan los tambores de la coerción. Para los países latinoamericanos, leer toda la partitura exige negociar con lucidez, diversificar socios y proteger la autonomía, antes que la adhesión económica derive en dependencia estratégica.

Etiquetas: geopolítica, historia
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