Marihuana y reguetón en la marcha oficialista del 8M
Los coletazos de la «cuarta ola» feminista levantaron pequeñas olas en Guatemala, específicamente en la Plaza de la Constitución y sitios por donde pasó la manifestación del 8 de marzo.
Fuerte olor a marihuana dominaba la plaza, donde docenas de mujeres, en su mayoría jóvenes, bailaban al ritmo del reguetón, en cuyas letras se expone con crudeza toda la misoginia y desprecio por la dignidad de las mujeres.
Pese a que una de las consignas recurrentes en estos grupos misándricos es el «autocuidado», el evidente consumo de drogas desmentía el discurso, así como la victimización de quienes denunciaron abusos de docenas de hombres, está muy lejano del «empoderamiento», otra piedra angular en el discurso feminista actual.
Criminal sería cuestionar la denuncia de cualquier víctima de violación o abuso, pero la única vía realista para que los responsables paguen es llevando los casos ante la justicia. Colgar las fotografías de presuntos abusadores en un «tendedero», alimenta el morbo y la chismografía, pero más allá de eso, revictimiza a las presuntas agredidas y las vulnera ya que además de exponerlas, permite elucubraciones diversas, incluyendo la duda sobre la validez de los señalamientos contra esos individuos.
Contradicciones e incoherencias fueron la característica más evidente de la actividad, que contó con el beneplácito (si no también con el patrocinio), de Bernardo Arévalo, quien condecoró a varias mujeres como homenaje a la fecha instaurada por la Organización de Naciones Unidas en 1975.
Lo más visible de las contradicciones: la panadería San Martín les obsequió postres que volaron en pocos segundos. También segundos tardaron las agresivas representantes del «movimiento» en pintarrajear los muros. Y asimismo con rapidez meteórica, un empleado de la San Martín borró los improperios y comenzó la restauración del histórico muro, cuya importancia va mucho más allá de albergar a la panadería y restaurante.
Entre las motoristas que circularon al finalizar la tarde, más de alguna llevaba una máscara de conejo. Aunque el detalle parece trivial, es muy conocido que se atribuyen estas máscaras a redes de pedófilos, si bien es necesario dar el beneficio de la duda a las motoristas y confiar que usaron ese símbolo por ignorancia de sus implicaciones. Espectáculo incoherente y contradictorio ver a una mujer que grita: «las niñas no se tocan», con la mascarita símbolo de los pedófilos más criminales.
Pese a ser una manifestación supuestamente en pro de las mujeres, en ningún momento se expresaron consignas a favor de hospitales de maternidad, guarderías o cualquier otra reivindicación que pudiera favorecer a las «mujeres tradicionales». Por el contrario, la exaltación fue para el reguetón con todo lo que implica, el consumo de drogas y la revancha contra hombres sin escrúpulos que abusan de su poder en las aulas y los espacios laborales. Estos hombres en ocasiones prostituyen a las jóvenes a cambio de ganar un examen, conseguir un papel en una obra de teatro o publicar un artículo (hace unos años, entre los señalados estaba el ex director de la revista USAC).
Abundaron las contradicciones e incoherencias, de las que resalta el matrimonio entre los grupos feministas chapines y su presidente Bernardo Arévalo. Parece risible, pero el pasado 8 de marzo, se abstuvieron de pintarrajear la banqueta o paredes del Palacio Nacional de la Cultura. En su lugar se colocaron en la entrada del edificio dos vallas gigantescas alusivas a la fecha, que el domingo no habían sido retiradas.
El matrimonio entre Arévalo y la «cuarta ola» es natural, ya que el gobierno impuesto es claramente afín a la Agenda 2030 y más que eso, subordinado de la ONU y otros organismos que imponen esa agenda en el mundo. Sin embargo y pese a los esfuerzos oficiales por hacer de ese lamentable espectáculo un evento histórico, la demostración se redujo a una fiesta reguetonera, donde mujeres con poca ropa o ataviadas de formas estrafalarias consumieron marihuana y bailaron al ritmo de las peores obscenidades en contra del género femenino.
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