María y la Anunciación: Fe y obediencia
Cada 25 de marzo, la Iglesia celebra la Solemnidad de la Anunciación del Señor, un evento que marcó el inicio de la redención. Según el Evangelio de Lucas (1, 26-38), el arcángel Gabriel visitó a María en Nazaret para anunciarle que sería la Madre del Hijo de Dios. Con un acto de fe y valentía, María respondió: «Hágase en mí según tu palabra», permitiendo así que el Verbo de Dios se hiciera carne.
Redacción
Este misterio de la Encarnación es fundamental para la fe cristiana, pues desde ese instante, Dios asume la naturaleza humana. María, al aceptar libremente la voluntad divina, se convierte en la primera en cooperar con el plan de salvación. Su «sí» restauró la relación entre Dios y la humanidad, rota por el pecado original.
La Anunciación, que se conmemora nueve meses antes de la Navidad, también es un fuerte testimonio de la dignidad de la vida humana. Desde el primer instante de la concepción, Cristo ya está presente en el seno de María, lo que refuerza el mensaje de que la vida comienza desde la concepción. Por esta razón, el 25 de marzo también es el «Día del Niño por Nacer».

Esta celebración ha sido venerada desde el siglo VI en Oriente y el siglo VII en Occidente. Con el Concilio Vaticano II, se enfatizó el título «Anunciación del Señor» para subrayar la centralidad de Cristo en este misterio. Sin embargo, sigue siendo una ocasión para recordar la fe inquebrantable de María, quien, sin comprenderlo todo, confió plenamente en la Providencia divina.
La Anunciación nos invita a reflexionar sobre nuestra propia respuesta a Dios. Como María, estamos llamados a decir «sí» a su voluntad, confiando en que cada paso de obediencia nos acerca más a su plan de amor y redención para el mundo.