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Mary Peralta

Mary Peralta

El engranaje maravilloso del cerebro

8 de diciembre de 2025/en Opinión/por Mary Peralta

Mary de Peralta

La más compleja organización de materia del universo que conocemos es el Cerebro.  Trasciende y abarca todo el dolor y el sufrimiento propio de la condición humana y el daño que con frecuencia nos causamos a nosotros mismos y a los demás; ignorando quienes y que somos realmente.  

Es tan fácil caer en rutinas, en malos hábitos, hasta en la depresión; preocupados por obtener lo que sentimos que necesitamos para completarnos.  HAY UN ANHELO DE QUERER estar completos y en paz con la vida, aunque solo fuera por un breve momento o una hora o un día; es decir alcanzar todo lo que deseamos. 

Irónicamente, mientas anhelamos, estamos pasando por alto el hecho de que en realidad estamos conspirando para convertirnos en esclavos de una ilusión, del deseo compulsivo de completarnos; cuando lo cierto es que ya estamos completos, ya somos un todo.  Pero, por alguna razón, lo olvidamos momentáneamente o nunca lo recordamos; o talvez, estamos tan heridos que ni siquiera podemos concebir la posibilidad de que estamos esencialmente completos, sin contar con que debería haber algo que nos introduzca a la senda y al sentido de vida de donde se originan los conceptos de salud y bienestar; ese lugar en donde también encontramos la belleza que hay en cada uno de nosotros.   Es en ese lugar donde podemos entrar en la aventura de conocer la plena dimensión de quienes somos y aprender a vencer la degradante fuerza adictiva, producto de la buscar engañosamente, estar saciados.

El Cerebro es una matriz de aprendizaje que se organiza a sí misma, y los científicos se quedan perplejos al descubrir la arquitectura del Cerebro y su repertorio aparentemente ilimitado de capacidades y funciones y más aún al enterarnos de su disposición totalmente misteriosa para percibir las sensaciones.    Si pudiéramos entender hasta donde llega su capacidad estaríamos más despiertos, más plenamente conscientes, más plenamente integrados, más plenamente conectados, más libres de los confines de nuestros hábitos malsanos que nos mantienen prisionero.  En resumen, ser quienes somos y lo que somos en realidad, en virtud de la naturaleza verdaderamente milagrosa de esta misteriosa bóveda que cubre todo el cráneo y de sus capacidades y posibilidades, cuya plasticidad hace posible que el aprendizaje no se termine a ninguna edad. 

Por qué perdemos el tiempo odiando, guardando rencores, acumulando resentimientos y amargura, si fuimos hechos y creados con la posibilidad de perdonar y amar incondicionalmente y hacer por otros lo que nos gustaría que hicieran por nosotros mismos.

CIEN mil millones de neuronas tiene el cerebro y ellas a su vez la misma cantidad de células gliales, que se supones sirven para ayudar a las neuronas y las mantienen saludables y felices, aunque se sospecha que hacen más que eso.   Sin un sano funcionamiento del Cerebro no podemos gozar de funciones como el movimiento y la locomoción, las reacciones para evitar el acercamiento excesivo, el aprendizaje, la memoria, la emoción y la cognición y su regulación continua, la sensibilidad en relación con el mundo exterior y la sensación del propio cuerpo, la lectura de las emociones y los estados anímicos de los demás, el sentimiento de empatía y compasión por el prójimo. 

Con toda esta capacidad y la increíble creatividad que se genera, ¿Qué nos pasó, que hemos llegado a construir una humanidad amenazante, insegura, esclavizada por el insomnio y la depresión?

 Existe una comunidad de millones de habitantes de adultos en un lugar determinado de Europa, y es un hecho que se puede leer en los libros por estudios frecuentes, que los 7 millones ahí entrevistados, toman anti-depresivos y fármacos para poder dormir.    Y estoy segura que dentro de unos años van a tener que tomar medicinas psicotrópicas para poder sonreír. 

Y si buscamos la causa es un “Estado Mental Anhelante”, donde el Anhelo desempeña un papel fundamental y central en la génesis del sufrimiento y la infelicidad.  Un anhelo de ser lo que no soy, y de tener lo que no tengo.   Y ese deseo vehemente está surgiendo y dirigiendo mi conducta de una manera desafortunada u otra, y que conoce las dolorosas consecuencias por su configuración adictiva. 

Buscamos recompensa en la vida, y el desinterés personal que trascienden y hacen innecesaria la recompensa; sentimientos no forzados que nos producen bienestar, pueden gratificar mucho más que aquella recompensa que está orientada al exterior y a que todo el mundo lo sepa.  

No somos los perros del gran Maestro Conductista que al sonar una campana salivaban la obtener la comida, lo cual convierte nuestra propia mente en una tiranía anhelante, donde reaccionamos mecánicamente.  Es en esos precisos momentos en que surge el antojo de tener algo que no tenemos.    En ese momento vivimos para desear en el futuro algo que todavía no está, lo cual provoca una MENTE ANSIOSA, y nos lamentamos por no haberlo logrado en el pasado, lo cual da origen a la DEPRESION, y renunciamos a vivir el momento presente que es lo único que tenemos. 

Dice la Biblia¨ “Todo es vuestro”.  Como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo.   Reflexionar en ese pasaje nos hace tan libres de deseos y de antojos que no sacian para nada.  Pero hay traumas de la niñez, recuerdos amargos, tristezas de otro tiempo que merecen ser perdonadas.   

Es normal que deseamos perdonar a quienes nos han ofendido en el pasado y declarar el fin a cualquier resentimiento, a veces a los padres o familiares cercanos que simplemente nos hicieron pasar un mal momento, pero cuyo recuerdo atormenta, amarra y domina.  Es un gran logro terminar con las inquietudes emocionales, la ansiedad, las reacciones iracundas que persisten ante determinadas situaciones. 

Pero podría ser que esto persiste porque no hemos perdonado a una persona fundamental, que en su momento no pudo o no tenía la capacidad para defenderse:  UNO MISMO.    Pero llega el momento en que no se puede culpar más a nadie por lo sucedido, y es hora de seguir adelante, caminar y avanzar.; y tener el valor suficiente de decir: “Yo me perdono, porque si Dios no me condena, quien soy yo para contradecirlo con mis pensamientos repetitivos y frustrantes”.

Perdonar es quitarme la basura de encima.

Los humanos hemos creído que los fármacos, los vicios, las drogas o un ejecutivo estresado que se escapa una noche con la secretaria puede resolver algo, pero al despertarse de la emocionante fantasía se da cuenta que empeoró su situación.  No sería mejor aceptar lo que nos está pasando y utilizar el estrés existente como herramienta de navegación. Es decir, prestar atención de cada momento de manera particular y afrontar relajadamente lo que está sucediendo sin comernos todos los chocolates que encontremos o lloremos de frustación creyendo que el problema no tiene solución o nos hundamos en una dosis de Cortisol que ya ni podamos pensar porque el hipocampo que es el que controla el miedo y la ira se hizo tan pequeño que casi nos tiemblan las manos del miedo. 

Hay una conciencia que surge al prestar atención, deliberadamente, al momento presente y sin hacer valoraciones críticas. Las críticas podrían ser:  “esto ya terminó con mi vida”. «Mi futuro está en juego”. «La vida se me va a hacer muy difícil”. «No voy a poder pasar por esto».  «Esto es mucho para mí». Con toda esta clase de percepciones, el cerebro no puede.

Pero aprender a estabilizar la atención y permanecer en un espacio lúcido de conciencia hace que tus reacciones impulsivas se detengan.  A esto se le llama afrontar la realidad.  ¿Fácil?   Es cuestión de práctica.   

Es reaccionar bajo el influjo de, no de los 5 sentidos, ya que tenemos más de cinco sentidos y un cerebro equipado para hacer la tarea. 

La adicción es una obsesión que lo consume todo.   Es un consumo continuado, a pesar de las consecuencias adversas.    Porque es demasiado fácil estar borrachos o drogados y evitar que los recuerdos o sentimientos desagradables aparezcan o poder olvidarlos por un rato. 

¿Pero y al día siguiente?  Y lo que sucede con cualquier clase de adicción: ponerse triste, gritar, enojarse; lo que sea es que hay una recompensa de Dopamina.   Pero este modo de acceder a recompensas como un modo de evitar situaciones, para acallar el dolor, o tratar de enmascarar emociones desagradables; corresponde con frecuencia a sucumbir a los antojos y rascarse la maldita herida.    Y podemos agregar el concepto tan trillado “Pobrecito Yo”.

Tú vida vale mucho, demasiado.  Vale la sangre de Jesucristo en la cruz.  Aprende a manejar tu cerebro, para que tus emociones puedan ser gobernadas y no te hagas esclavo de ilusiones y anhelos falsos.

Etiquetas: espiritualidad, psicología
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