Guatemala, ¿país tomado por un monstruo totalitario?
Con menos legalidad que cualquier «república bananera», Guatemala amanece hoy como un territorio gobernado por el grupo de demócratas del Departamento de Estado estadounidense. Con menor rango, derechos e institucionalidad que una colonia, Guatemala es una especie de protectorado demócrata, gestado al amparo de la urgencia por imponer la perversa agenda de muerte y depravación social conocida como «ODS o Agenda 2030».
Arévalo fue investido por Samuel Pérez nueve horas después de lo programado en las leyes vigentes. Según los informativos nacionales y extranjeros afines al ala demócrata estadounidense, esto se debió a que el Congreso intentaba retardar la toma de posesión. Es obligatorio mencionar que Semilla, partido suspendido por orden judicial ya que se inscribió con demasiadas ilegalidades, logró «convencer» a decenas de diputados. En la alianza de la «nueva primavera», además de sus poco más de 20 legisladores, brilla la «flor y nata» de lo que la izquierda solía denominar «pacto de corruptos».
La alianza entre Arévalo y la facción de la UNE afín a Álvaro Colom quedó patente, no solo en el manejo de la negociación en el Congreso, que incluyó dos pequeños zafarranchos protagonizados por los dignatarios semilleros, que no temieron al ridículo y demostraron que no respetan ningún protocolo, sino además, en la conformación de su gabinete, donde descollan varios ex funcionarios de la UNE que ya demostraron sus capacidades durante aquel gobierno.
El absoluto desprecio por la ley vigente y la institucionalidad parecen el augurio de cómo será el rumbo de la próxima administración. Ni el fallo de la CC ni la orden de juez competente que suspendió Semilla bastaron para que el grupo de legisladores entendiera que no podía ser planilla en la Junta Directiva y personajes como Adim Maldonado, el grupo portillista de VIVA, y hasta el diputado alias «Tres Kiebres», de Cambio, se sumaron a la avalancha que con prepotencia y conatos de violencia, exigió ocupar ilegítima e ilegalmente, la Junta Directiva.
Entre las leyes violadas por Semilla en la designación de Junta Directiva están: Constitución Política de la República; Código Penal; Ley Electoral y de Partidos Políticos y resoluciones de la Corte de Constitucionalidad.
Todo esto parecería insólito si entre telones no hubiera una historia de advertencias, chantajes, retención inexplicable del hijo de Giammattei y hasta amenazas de muerte contra los operadores de justicia encargados de investigar el fraude electoral y las ilegalidades de Semilla en su inscripción.
Según el senador estadounidense Mike Lee, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza habría retenido varias horas a Alejandro Giammattei Cáceres, hijo del mandatario saliente. Una versión bastante siniestra señala que el hijo del mandatario habría sido moneda de cambio para lograr el ilegítimo nombramiento de la Junta Directiva que, según ciertos demócratas, les garantizaría los cambios constitucionales requeridos por la «agenda de la muerte».
Cabe recalcar que la Junta Directiva que asumió con maniobras, está integrada por un grupo variopinto de diputados que no son desconocidos por nadie que siquiera hojee los informativos. Por lo menos dos de ellos: Andrea Villagrán y Juan Carlos Rivera, pertenecen a clanes familiares vinculados no solo con la política sino con actos oscuros, como Gilberto Villagrán, padre de la diputada tránsfuga que hoy inicia su tercer legislatura con un tercer partido.
Otros ya legislaron «sin pena ni gloria», como Sonia Gutiérrez y finalmente, están los expulsados de la UNE Adim Maldonado y Raúl Solórzano, quienes según la ley vigente no podrían integrar Junta Directiva al ser «independientes». Pero está más que claro que las leyes vigentes en Guatemala dejaron de ser instrumentos de coerción y normativas de orden, para convertirse en objetos de mofa de los demócratas estadounidenses y sus subordinados guatemaltecos, ansiosos de llegar al poder a toda costa si bien es muy previsible que tengan una desastrosa administración, marcada por la corrupción, la ineptitud, la violencia y la ilegalidad, similar a la de Álvaro Colom.
Por su parte, el diplomático Richard Grenell expresó: «El equipo de Biden está utilizando su poder como arma contra los conservadores en Guatemala. Están arruinando la marca de Estados Unidos cuando hacen esto».
Grenell también se dirigió al polémico Todd Robinson, una de las «manos que mecen la cuna» en esta afrenta contra la dignidad de la nación guatemalteca. Al comentar la enorme satisfacción de Robinson cuando anunció la la Junta Directiva impuesta, Grenell le respondió en redes:
«Estás obsesionado con la política en otro país. Las drogas y la inmigración ilegal se han disparado en Estados Unidos bajo su reinado. Dejen de jugar a la política en otros países y trabajen en los problemas de Estados Unidos. A usted le paga el pueblo estadounidense».
Sandra Jovel, diputada recién electa y que compitió con la planilla número uno, fue la primera en denunciar valientemente los hechos anómalos que rodearon esa elección. Seguramente, Jovel será una de las peores «piedras en el zapato» de los fieles servidores de los demócratas estadounidenses.
En síntesis, Guatemala inicia hoy un período oscuro y dominado por la injerencia extranjera. No fueron necesarios tanques ni tropas. La invasión fue subrepticia y sumó amenazas innombrables y financiamientos (provenientes de impuestos de los estadounidenses)
Sin embargo, en política nunca se dice la última palabra y nunca puede afirmarse que todo esté perdido. La gran apuesta señala dos vías: el cambio de autoridades en EE.UU., donde los republicanos tienen más interés en sus propios asuntos que en implantar la agenda de la ONU en este territorio y una variable bastante visible para quien quiera ver: el nuevo gobierno y su legislatura están integrados por un grupo conflictivo, sin control de sus emociones y con muy poca capacidad de gestión. El desgaste y probablemente el final del experimento demócrata en Guatemala, podrían llegarles desde adentro.
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