Foro presidenciables: izquierda vergonzante evita mostrar su ideología
Anoche, el debate de los dos candidatos que disputarán la presidencia el 20 de agosto, se convirtió en un intercambio de señalamientos entre dos conocidos líderes de la izquierda que hicieron lo posible por desmarcarse de la ideología que los llevó a donde están.
Redacción
Lo más notorio en el debate de los presidenciables fue el afán de ambos por demostrar que no tienen nada en común con la izquierda y por el contrario, se enfocaron en reiterar señalamientos que lograron una monotonía poco vista en debates de ese corte.
Mientras Arévalo repitió incansablemente las palabras: “corrupción, anticorrupción y pacto de corruptos”, su oponente no se agotó de repetir: “firmas falsas, diputado uruguayo, plaza fantasma”, aludiendo a que Arévalo no tuvo a bien renunciar a su plaza como diputado y aunque la ley no lo obliga, es un hecho que él y sus varios asesores dejaron de lado la labor legislativa para enfocarse totalmente a la campaña.
Entre las mutuas acusaciones que sustituyeron a los datos y presentación de argumentos, el candidato semillero dejó entrever el financiamiento ilícito que se atribuye a Torres y que la llevó a la cárcel, si bien el proceso fue sobreseído.
Asimismo, Arévalo intentó llevar a colación la relación de varios políticos con el crimen organizado. Es secreto a voces que diputados y alcaldes de la UNE han sido señalados por nexos con el narcotráfico, pero el candidato de Semlla no llegó a hacer la acusación en voz alta y el tema quedó entrelíneas.
¿Conservadores de nueva data? Los dos candidatos no se sienten cómodos al decir que son o fueron de izquierda progresista
Torres y Arévalo intentaron presentarse como conservadores y pro familia natural, que desde la izquierda y el lobby LGBT, se conoce como familia tradicional. Ambos conceden al Ejército la capacidad para enfrentar al narcotráfico y los dos aseguraron que respetarán la integridad del Artículo 47 de la Constitución, que garantiza “la protección social, económica y jurídica de la familia”.
Sin embargo, la propuesta de Semilla utiliza la palabra género por lo menos seis veces, y en cuanto a “la comuniad LGBTI”, señala:
“En las acciones que emprendamos, se evidenciará la inclusión y el respeto profundo a la diversidad sexual, a la comunidad LGTBI y a diferentes formas de vida producto de las decisiones inalienables de cada grupo o individuo”.
Arévalo prefirió no mencionar la iniciativa 6157, una de las pocas que propuso Semilla y es específica para promover la educación sexual “holística”. Sin embargo, hizo un guiño a la agenda 2030, cuando afirmó que construirá miles de kilómetros de carreteras principales, secundarias y caminos vecinales, con la figura de “alianzas público-privadas”.
En tema de impuestos, Arévalo aseguró que no los incrementará, pero también anunció que podría ampliar la recaudación a ISR e IVA.
Llama la atención el papel que el diputado de Semilla le otorgaría al Ejército en la lucha contra el narcotráfico, ya que Arévalo es un candidato que según sus votantes, se ubica a la izquierda de la socialdemocracia, corriente que siempre repudió los operativos conjuntos.
Si Arévalo ocupa la presidencia y cumple sus promesas, seguramente tendrá más de un dolor de cabeza al implementar los operativos conjuntos contra el narcotráfico.
Sandra Torres no se quedó atrás en el afán de parecer conservadora. Más de una vez aludió a Dios, posicionándose como religiosa, y enfatizó en que su gobierno no intentará legalizar el matrimonio diverso ni promoverá la “ideología de género”.
Asimismo, la ex primera dama expresó su oposición a que se regularicen las drogas. Ambos son reconocidamente izquierdistas. Torres fue figura importante en la Internacional Socialista hasta hace muy poco tiempo, y en el gobierno de su ex esposo, fue claramente aliada de dictadores como Hugo Chávez o Daniel Ortega, mientras Arévalo está rodeado por hijos de ex militantes guerrilleros y representa a un partido descendiente del comunista PGT.
Sin embargo, sus discursos de anoche intentan tomar distancia de esos nexos y luego de escuchar detenidamente el debate, queda claro que, para ganarse al público guatemalteco, cualquier traje y disfraz pueden ser más favorables para un político que el discurso abiertamente progre de la Agenda 2030 o que el izquierdismo trasnochado del Foro de Sao Paulo.