Milei, entre Washington y Beijing
Por Berit Knudsen
La visita de Javier Milei a Estados Unidos estuvo marcada no tanto por su discurso en Naciones Unidas, sino por el apoyo incondicional de la administración Trump. En la ONU defendió las libertades, propiedad privada, libre mercado y valores fundamentales, rechazando la expansión estatal. Criticó la burocracia de la ONU y las agendas que impone, reafirmando su consigna: incomodar antes que halagar.
Pero en casa, Argentina se juega el futuro. Sigue arrastrando la herencia peronista al borde del abismo: inflación de 211 % en 2023, déficit fiscal crónico, deuda pública de 155 % del PBI, pobreza de 42 % y una caída del 1,6 % del PBI. Sobre esa base, Milei aplicó la “motosierra”, ajustes que desplomaron el gasto, pero contrajeron 5,7 % la actividad económica, con cierre de empresas y pérdida de empleos que elevaron la pobreza a 51 %.
El costo social fue altísimo, pero dos años después los números muestran contrastes: inflación de 34 %, crecimiento de 3,3 % en julio de 2025 y el nivel más bajo de pobreza en siete años, 31,6 %. Con un superávit de 1,1 % del PBI, el gobierno empieza a mostrar estabilidad.
Aun así, el peronismo demostró conservar su maquinaria intacta en Buenos Aires, imponiéndose en los comicios provinciales. Al debilitamiento de La Libertad Avanza se suman los escasos parlamentarios y el bloqueo de reformas frente a elecciones de medio término en octubre. Paradójicamente, las mejoras económicas alcanzadas beneficiarán a gobiernos futuros, peronismo incluido.
Las tensiones financieras obligaron a Milei a recurrir a medidas poco liberales para frenar la volatilidad cambiaria –como restricciones al dólar–, contradiciendo el discurso de desregulación. No obstante, los mercados premiaron el ajuste: el riesgo país bajó de 2.100 a 900 puntos con el respaldo de Washington y la confianza del inversor.
Durante la visita, Trump ratificó su apoyo a Milei, reconfigurando el tablero financiero y geopolítico con un swap por 20.000 millones de dólares. Para Trump, Milei representa un bastión regional; para Milei, Trump legitima su proyecto frente a electores y mercados. Este swap ofrecería dólares líquidos, costos menores y un alineamiento estratégico.
Argentina mantiene desde 2009 un swap con China equivalente a 18.000 millones de dólares en yuanes convertibles, con onerosas condiciones. Ese salvavidas permitió pagar importaciones y cancelar vencimientos con el FMI, a costa de elevados intereses y creciente dependencia. Beijing usa este instrumento como herramienta de presión, sumado a inversiones sensibles como la estación espacial en Neuquén, litio, ferrocarriles y telecomunicaciones, mecánica que confirma la “trampa de la deuda” como constante china.
La disyuntiva es geopolítica pura. China conserva palancas de presión como principal socio comercial, inversiones estratégicas y poder para condicionar exportaciones argentinas como carne y soja. Estados Unidos ofrece respaldo financiero y político como contrapeso regional. La afinidad es evidente: solo Milei rechazó la invitación de los BRICS.
Milei se mueve en un frágil equilibrio entre ajustes internos, presión electoral y la competencia entre potencias globales. La caída de la pobreza, el bajo riesgo país y la estabilidad cambiaria son logros reales, aunque precarios. Pero el triunfo del peronismo en Buenos Aires evidencia la impaciencia del electorado ante una recuperación económica que avanza más lenta que la política.
Argentina se encuentra ante una disyuntiva: sostener un camino difícil pero estabilizador o retornar a las fórmulas que la llevaron a la crisis. El desenlace de octubre definirá no solo la suerte del gobierno de Milei, sino el futuro del país en el escenario global.