¿Exilio o vacaciones? Peinado sigue viajando, como si fuera Sissi la emperatriz, o una estrella de rock
Guatemala enfrenta una coyuntura tan dramática como pocas en su historia, con más de 900 temblores reportados desde el 8 de julio recién pasado. En esos eventos resultaron dañadas 355 escuelas e infraestructura en todo el país.
Los damnificados, especialmente en Santa María de Jesús, Sacatepéquez, siguen con inminentes problemas graves que abarcan varios aspectos.
Entretanto, la esposa de Bernardo Arévalo, Lucrecia Peinado, sigue viajando y aparentemente afincada en México, aunque no está claro si reside en aquel país o su paso por ahí solamente es parte de una agenda enorme, sin comparación a las de las anteriores «primeras damas», quienes raramente viajaron y generalmente cuando lo hicieron fue acompañando a sus maridos en giras oficiales.
La figura de «Primera Dama» es un tanto anacrónica, si bien en Guatemala ha sido pretexto para que las esposas de los presidentes cumplan alguna clase de función social. Los ejemplos más paradigmáticos y opuestos fueron Sandra Torres y Wendy de Berger.
Y si bien Torres usó el clientelismo y la distribución de bolsas solidarias entre otros recursos demagógicos, no puede negarse que cumplió su función social, tal como la señora de Berger, quien destacó por su trabajo intenso en guarderías y atención a la desnutrición infantil.
El caso de Alejandro Giammattei es particularmente interesante, ya que su ex esposa permaneció totalmente alejada del gobierno y si bien en un primer momento anunció que la hija asumiría el rol, el hecho fue que solamente se conoció la figura de «Miguelito», piedra en el zapato de aquel gobierno, donde la corrupción desmesurada fue la antesala de este.
Sin «Primera Dama» en el gobierno anterior, era de esperarse que Arévalo «hiciera el cover» y doña Lucrecia, de quien se dice que devenga por lo menos Q40 mil mensuales, eligió un estilo de vida similar al de la emperatriz Isabel de Baviera (Sisi), a quien nada afligían los problemas de Estado y recorrió muchos países sin intervenir en ningún asunto del territorio que gobernaba.
La «pequeña diferencia» es que Guatemala jamás fue un país monárquico y que la «Primera Dama» tiene obligaciones insoslayables que no pasan por giras extendidas estilo «rockstar». Lucrecia Peinado no puede evadir su trabajo argumentando una supuesta agenda de Estado que hasta el momento no ha sido divulgada por los medios oficiales y de la que no se sabe absolutamente nada.
Justificar su prolongado viaje sin informar con detalle los resultados de su pretendida gira de «trabajo» es otra de tantas burlas al pueblo de Guatemala, que además del enjambre sísmico, se enfrenta con los bloqueos que protagonizan empleados del Estado cuyo empleador es incapaz de controlar y que, con menor intensidad pero no menos daño, obstaculizan el comercio e impiden la libre locomoción a los guatemaltecos.
«Exiliada» o simplemente, viajera incansable a costillas del Estado, la señora Peinado debe rendir cuentas de sus actividades a la ciudadanía.