“El plástico por sí solo no camina ni hacia los ríos, ni a los mares ni a las calles”
Por Julio Piedrasanta D.
Recién me enviaron una solicitud de una institución para que la firmara y apoyara una iniciativa para promulgar una ley que prohibiera la producción de plástico. No quise firmarla, y en cambio les envié el siguiente mensaje.
La solución no es prohibir el plástico que es un producto vital para muchas actividades humanas de toda índole, léase –alimentación, medicina, electrónica, entretenimiento, fabricación de todo tipo de empaques, construcción de todo tipo de vehículos, etc.–. Con la pandemia, que nos azotó y nos enclaustró, el plástico fue la salvación para el envío de comida a domicilio que no se hubiera podido resolver de otra manera, tan económica como práctica. Y para los ecologistas que no conocen la historia del plástico, valga decir que este invento, hace ya más de un siglo, salvó a los elefantes de su extinción, –cuando aumentó exponencialmente la demanda de bolas de billar (entretenimiento en auge en todos los pueblos de USA)– al haber desarrollado bolas de billar a partir de plástico y no de marfil como era la usanza.
Entendámoslo, el plástico por sí solo no camina ni hacia los ríos, ni a los mares, ni a las calles. Esto lo hace el ser humano por su ignorancia y su mala educación. No tratemos de echarle la culpa a este producto tan maravilloso, creado por el hombre, y que se ha vuelto indispensable en todas las actividades humanas. La solución, si realmente la queremos llevar a cabo integralmente, es una verdadera educación con su consecuente penalización a quien no la respete, y entonces sí tendremos lo mejor de los dos mundos: un producto impresionante y utilísimo en todo lo que atañe al ser humano, y una naturaleza limpia y libre de contaminantes. En vez de gastar tanto dinero demonizando al plástico, invirtamos masivamente en enseñar a toda la población de cómo disponer del producto utilizado, comenzando con los niños y padres de familia, como ya lo hacen en otros países ej. Japón.
Mejor aún, simultáneamente desarrollar sistemas prácticos de manejo, reciclaje y reutilización del producto, que aparte de lidiar con el problema original, significa ahorro y creación de otros productos sintéticos como madera, blocks y cemento plásticos para la construcción, que a su vez baja la demanda de otros productos escasos, como lo es el consumo de madera natural, ayudando así a disminuir el efecto devastador de la deforestación.
En un país escandinavo, Noruega específicamente, implementaron hace ya siete años, una innovadora solución a este sempiterno problema. Un cambio de paradigma: el consumidor al comprar un producto solo compra lo que está en el interior y el envase es prestado. La botella de plástico paga un impuesto entre 11 y 36 centavos de euros que el comprador puede recuperar depositando sus botellas en máquinas especialmente preparadas para recogerlas y convenientemente situadas en tiendas asociadas. El resultado es impresionante: 97% de las botellas producidas son recicladas. Comparado con Estados Unidos en donde tan solo el 30% se logra reciclar. Las empresas fabricantes de estos envases también apoyan y están involucradas en el modelo pues, si demuestran un porcentaje de reciclamiento del 95%, el gobierno no les cobra el impuesto de contaminación ambiental.
La cooperación, aunada a un proyecto bien conceptualizado y mejor ejecutado, redunda en un “gana, gana”: empresas, humanidad, gobierno y naturaleza. El material es de tan alta calidad que se puede volver a utilizar hasta 50 veces, sin contar que, de paso, se le ahorra al Estado al no tener que instalar una empresa estatal de recolección. La ingenuidad humana no tiene límites cuando se propone algo y esto es muchísimo más conveniente que promulgar leyes represivas que, no solo no resuelven el problema para el que supuestamente fueron creadas, sino que generan burocracia estatal para el control de la ley, la cual es proclive de volverse un foco de corrupción como normalmente ha sucedido.
En un evento deportivo a nivel mundial, se vio a los aficionados japoneses, limpiar las gradas del estadio, de todo lo consumido, una vez hubo terminado el partido. Esto es inteligencia, civismo, educación y solución total a un problema que no debería ser problema si todos hiciéramos nuestra parte, y por supuesto, muchísimo más barato.
Malgastar los recursos, aunque sean “del Estado” es una mala práctica y eliminar un producto tan versátil y útil para la humanidad, una total estupidez.