El nuevo comandante del Ejército, frente a los próximos avatares
Entre vaivenes políticos la vida continúa
Guatemala ya cuenta con un presidente y vicepresidente y, por lo tanto, el Ejército guatemalteco tiene un nuevo comandante General -no jefe-, tal como lo establece la Constitución Política de la República de Guatemala (1985) y la Ley Constitutiva del Ejército (Decreto 72-90). Esto no tendría mayor importancia ya que en los últimos relevos presidenciales se ha continuado la rutina establecida por los mandos militares a cargo, sólo que esta vez hubo un requerimiento preciso del presidente Bernardo Arévalo, como lo fue requerir la presencia de representantes de toda la escala jerárquica de las fuerzas armadas en un espacio público, suceso calificado como “un evento sin precedentes”. Lo cierto, es que este evento fue lo único solemne de las actividades de toma de posesión del presidente, que salvó el bochornoso acto del Congreso y del Gran Teatro Nacional.
Una nueva forma
La razón expuesta por el presidente está resumida en la siguiente frase: “No estamos aislados en un cuartel a puerta cerrada. Estamos aquí -Plaza de la Constitución-para demostrar la subordinación -del Ejército- al poder civil -representado por el presidente- y al pueblo de Guatemala»
El presidente hizo referencia a las metas que se ha propuesto con respecto al Ejército guatemalteco, como lo es abrir: “… el camino para que las mujeres militares puedan competir profesionalmente en condiciones de igualdad cumpliendo con los reglamentos vigentes». También, mencionó su dedicación por: ““Por años, como estudioso de las fuerzas armadas, he aprendido a entenderlas, y manifiesto mi orgullo al comandarlas a partir de hoy como presidente de la República”.
En otra parte de su discurso reconoció: “La actitud exhibida por ustedes -los militares- y sus comandantes en este período sombrío refleja un elevado nivel de profesionalización y compromiso hacia su bandera, hacia su patria y hacia nuestra Constitución, que encarna la voluntad escrita del pueblo soberano”. Posición, que el ejército ha mantenido desde el Serranazo (1993).
El recuerdo del doctor Arévalo Bermejo
Que indudablemente se repetirá al final de su mandato, siguiendo el ejemplo del doctor Juan José Arévalo Bermejo, al entregar la presidencia en su momento (1951): “Sólo quiero expresar gratitud pública a dos importantes estamentos de la vida nacional. En primer lugar, a los trabajadores y campesinos de todo el país” … “En segundo lugar tengo que referirme al Ejército Nacional de la Revolución. Al asumir la presidencia yo me encontré rodeado de un ejército autónomo por la Ley y con mucha desconfianza contra el universitario socialista llevado al Poder por voluntad popular”.
“A pesar de estas dos notas adversas a un gobierno fácil y a un buen entendimiento con las Fuerzas Armadas, resuelto yo a respetar a respetar rigurosamente su autonomía y a respetar, confiando en el futuro, sus prevenciones y prejuicios, tuve que comprobar y reconocer en el correr del tiempo la nobleza de conducta de Jefes y Oficiales que dentro de la particular República que son ellos en esta nueva Guatemala, discutían de política y opinaban sobre el presidente sin haber llegado nunca al irrespeto o a la traición”
Además, resalta que: “Civiles representativos del mercado internacional, intentaron varias veces corromper la moral de la nueva institución, buscando un retorno a la productiva Colonia…”[1]
Los desafíos
Como todo nuevo presidente, el doctor Arévalo tendrá que superar varios desafíos, esta vez de mayor complejidad que sus antecesores en virtud del estado de la nación, con una ciudadanía agobiada por la inseguridad -extorsiones, secuestros, sicariato-; desnutrición infantil; conflictividad inter comunidades; migración; narcotráfico; salud; relaciones internacionales alicaídas y una falsa percepción de polarización, que manipulada convenientemente desde las redes sociales podría provocar obstáculos a la gobernanza y gobernabilidad. La verdad, es que la mayoría de los habitantes desean vivir y crecer en un país capaz de asegurar la libertad absoluta, seguridad en todos los ámbitos, oportunidades de desarrollo que genere empleos y salarios dignos. Para lograrlo debe liderar un gabinete, que además de probo cuente con competencias profesionales y experiencia para desempeñar los cargos. Además, de Gobernadores consecuentes con las necesidades de sus departamentos y dispuestos a construir una sólida relación con los gobiernos municipales desde los Consejos de Desarrollo. Así, como reiniciar el Sistema Nacional de Seguridad, que sin duda es el mejor espacio para revisar lo concerniente a la estabilidad del país.
Entonces… ¿Voto de confianza o el beneficio de la duda?
Si todo sale como debe ocurrir en cualquier Estado que presuma de democrático, aunque no de absolutamente soberano; a estas horas ya estará electa la nueva Junta Directiva del Congreso, probablemente con una diputada al frente, suceso que todavía es puesto en duda por algunos guatemaltecos influenciados por lo que se difunde por medio de las redes sociales.
Independientemente de lo que suceda, lo cierto es que el próximo gobierno enfrentará escenarios complejos en los ámbitos de economía, salud, educación y seguridad, por mencionar los más relevantes, que propicia la disposición de algunos de otorgarle un “voto de confianza” y otros con mayor nobleza se decantan por el “beneficio de la duda”, términos que expresan una leve esperanza; aspiración que se renueva cada cuatro años.
El voto de confianza es propio del ámbito parlamentario y legislativo. En la Constitución guatemalteca (1985) está regulado en el artículo 167. Este se aplica como consecuencia de la interpelación a un ministro por parte del Congreso, cuyo resultado puede ser de confianza o falta de confianza. Sin embargo, este vocablo es entendido como beneplácito popular a cualquier funcionario recién electo o nombrado para un cargo.
En cuanto al “beneficio de la duda”, que según la RAE significa “Beneficio que aprovecha alguien contra quien hay ciertos indicios de culpabilidad”, hace referencia aquellos funcionarios a quienes no se le conoce competencia profesional, experiencia y otras condiciones, pero, sí la intención de hacer su mejor esfuerzo.
Personalmente, considero que las personas que aceptan la responsabilidad de desempeñar un cargo público merecen un “voto de confianza”
[1] Citas de Arévalo Bermejo, Juan José. 1998.Guatemala. “Despacho Presidencial”. Edit. Oscar de León Palacios