El ganador del que nadie quiere hablar: el hartazgo de la ciudadanía
En la primera vuelta, el voto nulo superó con creces a la ganadora Sandra Torres. Ante una segunda elección en la que se enfrentarán dos candidatos de izquierda, la disyuntiva de la derecha es escoger al “menos izquierdista” o apostar al voto nulo, que si llegara a superar el 50% de los votos válidos, obligaría a repetir la elección, aunque la ley no obliga a que se cambien los candidatos. Sin embargo, el abstencionismo representó el 39.9214%, demostrando junto con el voto nulo, el hastío de la población por un sistema que parece agotado.
Redacción
El gran ganador en la primera vuelta de las elecciones fue el voto nulo. Sandra Torres alcanzó 15.8639% de los votos válidos, mientras Bernardo Arévalo un 11.7784%. El voto nulo, 17.39%, superó a la ganadora número uno, mientras el abstencionismo fue cercano al 40%.
De los 9,248,256 nombres que registra el padrón electoral, poco más del 60% acudió a votar el fin de semana. Cinco millones quinientos cincuenta y seis mil doscientos veinticuatro votos válidos se emitieron y de estos, 966,216 fueron nulos, además de 388,347 votos en blanco (que suelen ser producto de equivocaciones).
La Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), consiguió 881,435 votos, de los más de cinco millones de votos válidos, mientras Semilla logró 654,435.
La representatividad es el problema menor de ambos candidatos, que probablemente tengan mejores expectativas para la segunda vuelta. Sin embargo, el verdadero ganador en esta victoria pírrica para los políticos es el voto nulo, que superó a la candidatura con mayor número de votos, poco menos de un millón. Pero más aún y aunque no se contabiliza, los más de tres millones que no fueron a votar.
Los votos que no se emitieron
El abstencionismo logró lo que ningún candidato ha obtenido. 39.9214% que no acudió. Tres millones seiscientos noventa y dos mil treinta y dos guatemaltecos eligieron quedarse en sus casas el día de las votaciones, lo que junto a los 17.39% de votos nulos, lanza un mensaje contundente a los políticos.
Y evidencia que, como en muchos otros aspectos, el Tribunal Supremo Electoral (TSE), no logró motivar la participación ciudadana.