Cómo el progresismo nos divide – III. El Sesgo
Por Salomé
Es evidente que el progresismo promueve solo las causas que le son útiles, pero olvida o invalida a otras causas igualmente importantes. Por ejemplo promueve el aborto pero no dice nada en favor de la familia; promueve libertades sexuales pero curiosamente no dice nada de la libertad de culto o religión; habla mucho de los problemas de las mujeres pero no dice nada de los problemas que afectan a los hombres; habla mucho de cómo distribuir la riqueza, pero no dice nada de cómo crear más fuentes de trabajo o de atraer más inversión; habla mucho de desarrollo en áreas desfavorecidas, pero hace muy poco con la infraestructura importante para todo el país; habla mucho de la contaminación de las empresas pero no dice nada de lo que contaminan las comunidades, barrios y la gente «de a pie», alegan una persecución judicial contra algunos ex fiscales, pero no cuestionan la persecución que hizo la CICIG a varios ciudadanos. La lista es interminable.
Los políticos progresistas se han procurado un aura protectora a la que llaman lo políticamente correcto, con la que intentan normalizar su relato sesgado. El objetivo es infectar a las masas desapercibidas del sesgo político que le conviene a los progresistas de turno y de esta forma dominar a la opinión pública. Veamos.
Como hemos visto en mis columnas anteriores, el progresismo busca una ruptura del orden hegemónico cultural imperante en Guatemala, para ello su estrategia es fragmentar a la sociedad en la mayor cantidad de entidades sociopolíticas a las que posteriormente instrumentaliza para socavar los pilares sobre los que sostiene la sociedad, cada entidad sociopolítica en su área: defensores de derechos humanos, activistas de género, indigenístas, ecologistas, etc.
El progresismo promueve una idea de democracia donde cada una de estas entidades sociopolíticas a la que ellos cuidadosamente llaman «minorías» esté sobrerrepresentada en relación a su verdadero peso en la sociedad. Podemos ver como para sus marchas ideológicas, como la del 8 de marzo, cuentan con multitud de ONGs que organizan movilizaciones y cuentan con fondos para financiar conciertos, transportes etc. sin embargo es poquísima la gente que asiste a esos eventos, año con año se evidencia que no es una iniciativa del pueblo ir a manifestar, sino que son eventos políticos cuidadosamente promovidos con fondos, que como recientemente vimos con los escándalos de USAID, ni siquiera son guatemaltecos.
Los progresistas son ingenieros sociales, que buscan diseñar y moldear la sociedad según su ideología, muchas veces retorcida y que no necesariamente refleja lo que la sociedad exige o necesita, ni siquiera es parte de un proceso natural o de un fenómeno histórico. Estamos viendo como el progresismo busca aumentar el presupuesto público con el fin de dotar a esas entidades sociopolíticas de capacidades de asociación: a cualquier grupo que represente un interés progresista lo llaman «colectivo», como intentando darle más peso del que realmente tiene, a la vez que los institucionalizan en entidades que los representen. También buscan promover la capacidad de organización de estos colectivos, mediante ONGs, con asesoría jurídica, con medios de comunicación, espacios políticos.
Por ejemplo, pudimos ver en el Congreso cómo la diputada Elena Motta creó una mesa de trabajo con representantes de la asociación Lambda, que evidentemente busca promover derechos para las sexodiversidades ¿Será esto una exigencia y necesidad genuina de la sociedad guatemalteca o es una operación montada desde el extranjero? También vemos como incitan a la movilización de masas desapercibidas con influencers y agitadores profesionales en redes sociales o en las calles y mercados donde a diario caminan activistas con altavoces llamando a la protesta de turno. Su objetivo es generar una sensación crisis y peligro para mantener a su audiencia lista para cuando llegue el momento político necesario, pero aquí también vemos como la capacidad de convocatoria, a pesar del esfuerzo y recursos, es muy baja, lo cual pone en evidencia que esos influencers y agitadores no han salido de un contexto social que exige representación, sino que han sido puestos ahí con recursos financieros muchas veces del extranjero. Su protesta nunca es contra las falencias y deficiencias del gobierno progresista actual, en cambio se enfocan en sus objetivos de siempre: criticar al empresariado, a la religión cristiana y todo lo que les parezca tradicional y conservador.
El pretexto del progresismo es que todas estas entidades sociopolíticas que están construyendo, son minorías que “históricamente han sido oprimidas”. Y con esto no quiero decir que en la sociedad no existan muchas injusticias, que sí las hay y muchas, lo que quiero decir aquí es que el progresismo desproporcionadamente atiende a estas minorías, estas entidades sociopolíticas, porque en ellas se sostiene su discurso y son ellas las que en perspectiva pueden mantener al progresismo en el poder. De ahí que veamos una desproporcionada publicidad al caso de Zamora, mientras que a otras injusticias no le dan ni la décima parte de atención. Vemos como se ha llevado toda una campaña de victimización de ciertos personajes exiliados, con delitos y abusos de poder comprobados.
También vemos como existe un interés político en mantener un frente de lucha con la bandera de las “niñas víctimas del incendio del hogar seguro”, cualquier persona con un mínimo de madurez entiende que el progresismo aprovecha esa tragedia para atacar al ex presidente Jimmy Morales, no quiero defender a Morales, ni mucho menos, pero es un caso ejemplar de como el progresismo maximiza el término “niñas” en lugar de usar términos como “menores de edad” teniendo en cuenta que casi todas eran cuando mínimo adolescentes y no eran en estricto sentido “niñas”, el término “niña” se refiere a que eran menores de 18 años, el objetivo es claro: aumentar la condición de víctima y apelar a la empatía y emociones de su audiencia para posicionarla contra un ex presidente de “derechas”.
En resumen, el progresismo toma las banderas de las causas que le convienen para mantenerse en el poder, para mantener vigente su discurso. En el fondo no busca solucionar los problemas ni tampoco ser objetivos e imparciales con los problemas de la sociedad, pues la estrategia a largo plazo es mantener y maximizar los problemas que les son útiles para que el discurso no pierda validez y actualidad, incluso busca crear más problemas donde antes no los había (intereseccionalidad) para poder alimentar constantemente su relato con más y más víctimas a las que el progresismo promete liberar, aunque de antemano sabe que solo las crea para instrumentalizarlas.
Continuará.
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