Desenmascarando al Progresismo en Guatemala, Parte I – Generalidades
Por Salomé
Escribo esta entrada de mi blog, que se reproduce en 24:7 Prensa Digital, para exponer lo que a mi parecer es el progresismo y cómo se está intentando desarrollar en Guatemala. Lo hago porque sé que en Guatemala mucha gente necesita profundizar conocimientos en las distintas ramas del pensamiento político. Más allá de «izquierda» y «derecha», tenemos que aprender a diferenciar en sus matices, colores y sabores. Será la primera de una serie de reflexiones expresadas al respecto.
El progresismo es un concepto del pensamiento político que se basa en el principio de que la sociedad inevitablemente debe «progresar», este progreso presupone una superioridad de todo lo nuevo frente a lo anterior, a lo viejo. Lo viejo debe estar en una categoría inferior respecto a las cosas mejores que vienen.
De alguna manera, en el plano tecnológico, esto está claro: las máquinas nuevas superan a las viejas en eficiencia, rapidez. etc. Sin embargo, esto también se contrapone a que cada vez las cosas nuevas son de inferior calidad, porque se supone que pronto quedarán obsoletas y serán sustituidas muy pronto. Aquí podemos estar de acuerdo con que las cosas de «antes» se hacían mejor, pensando en que durarían por mucho tiempo, los materiales e incluso el empeño de su manufactura, y suponen los puntos de referencia sobre los cuales se va concibiendo el futuro. Podría agregar que la simplicidad de muchos de los inventos del pasado les permite seguir siendo útiles en el presente y en el futuro (pensemos en las hidroeléctricas, en una pala, o incluso en la rueda), a pesar de que siempre se presentan innovaciones como grandes saltos hacia el futuro.
De manera similar en el campo cultural, el concepto «progresista» se refleja en una necesidad de ser cada vez más original y ¿por qué no decirlo? más loco. Desde un arte superior de los tiempos de la Antigua Grecia, que supone hasta hoy en día el canon de belleza, pasamos por un «renacimiento» donde surgieron muchos de los mejores pintores, y escultores de la historia, hasta que el siglo XX claramente fue un reflejo de la decadencia, llegando al ridículo en el siglo XXI, con barbaridades como un banano pegado en la pared, absurdo. Como vemos, lo nuevo no necesariamente es mejor.
En el campo económico, no me extenderé mucho, pero el progresismo se contrapone a la tendencia hegemónica actual que es el neoliberalismo, por considerar que no logró resolver muchos problemas de pobreza, desigualdad, etc. Es decir, considera al neoliberalismo como obsoleto. Y por lo tanto es necesario replantearse el modelo económico.
En el campo jurídico, la época de la ilustración marcó el inicio de una era de derechos, lo cual inevitablemente se reflejó en la mejora gradual de la calidad de vida de la población. Pensemos en un John Lock de finales del siglo XVII que decía que había solo tres derechos universales: Derecho a la Vida, Derecho a la Libertad y Derecho a la Propiedad. Pero con los filósofos franceses del siglo de la ilustración llegaron los Derechos Civiles, luego los Derechos Políticos y ya en el siglo XX aparecieron los Derechos Sociales. Después de la Segunda Guerra Mundial, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, supone un marco racional para mejorar las condiciones de vida de toda la humanidad y garantizar la dignidad del ser humano. Sin embargo, el concepto progresista no se queda ahí, pues presupone que los derechos deben seguir multiplicándose.
Y es aquí donde el progresismo comienza a promover derechos más específicos que se empiezan a inmiscuir en todos los aspectos de la vida. Aparecen los derechos sexuales y reproductivos (como el derecho al aborto, que ya entra en contradicción con el derecho a la vida), aparecen derechos climáticos, derechos de los animales, etc. El progresismo en el siglo XXI se ha caracterizado por promover cada vez más y más derechos. Como vemos, esto requiere de un Estado cada vez más y más grande que pueda proveer y garantizar estos derechos.
Ya vemos que entre más grande es un estado, es más ineficiente. Lo que vemos ahora a finales del 2024 es que países como Francia o Alemania que han sido dominados por políticos progresistas, han permitido un aparato estatal tan grande que es insostenible y ahora mismo están al borde del colapso, pues es imposible sostener tantos derechos para todo tipo de migrantes, minorías, derechos climáticos, etc. a costa de un sector productivo cada vez más intervenido, limitado y sin ningún tipo de incentivo.
Pensemos en que las empresas deben contratar a sus empleados ya no en base a capacidad y merito, sino en base a «cuotas de género» o que no pueden despedir a las personas ineficientes, porque estas están cada vez más protegidas por ese Estado Paternalista que garantiza derechos a esos empleados ineficientes. No es mi objetivo describir aquí todas las penas de las ahora menos competitivas empresas europeas. La pregunta es ¿Quién termina pagando para que pueda ser posible sostener tantos derechos? si cada vez las empresas son menos en la Europa progresista, a la vez que un Asia más autoritaria va ocupando el liderazgo tecnológico, político y cultural que antes le correspondía a Europa. Otro caso es Estados Unidos, que comprendió que no es factible seguir proveyendo de más y más derechos a cualquiera que llegara con una pancarta, y esto se reflejó en la elección de un Donald Trump que representa el más llano Sentido Común de la lógica tradicional.
Como vemos, la idea del progresismo es un pensamiento casi irracional que frenéticamente predica que hay que «moverse hacia adelante», pero que no analiza ni se preocupa en tomar como referente nada que parezca conservador. Podemos concluir varias cosas, por ejemplo, que el continuo y sobre todo rápido (frenético) movimiento «hacia adelante» entra en conflicto con las estructuras tradicionales, conservadoras y del sentido común (tanto políticas, sociales, culturales, tecnológicas, jurídicas, etc.).
El progresismo político busca «solucionar» todos los problemas de la sociedad aplicando la misma receta para todo. Concluye que la fuente de esos problemas es su conexión con las estructuras antiguas y obsoletas (es decir con lo tradicional y conservador), entonces busca eliminar la conexión con el pasado, descalificar lo antiguo o incluso borrar la historia y la tradición para dar cabida a una «nueva» realidad» (donde en teoría o por lógica todo sería mejor).
Podemos ver cómo. por ejemplo. el feminismo se ha empeñado en dibujar una estructura llamada «patriarcado» que sería la fuente de todas las discriminaciones y opresiones hacia la mujer, y sus tácticas han sido una suerte de descalificación del hombre a nivel político, social, cultural e incluso biológico, intentando descalificar cualquier concepto evolutivo o antropológico y reduciéndolo todo a una mero plano «cultural y político», esto lo vemos con la afirmación que el género (hombre o mujer) es sencillamente una construcción social.
Algo similar vemos con el tema de la religión. El progresismo ve en la iglesia cristiana una especie de estructura retrógrada que adoctrina al ser humano en prácticas y creencias obsoletas, de ahí que desde la época de la Revolución Francesa se han empeñado en promover un «estado laico» (con lo cual yo estoy completamente de acuerdo), a la vez que se busca descalificar cualquier práctica o creencia religiosa mediante la promoción de una ciencia que no termina de explicar los misterios de la naturaleza, y que es puesta en un pedestal como la verdad única y absoluta, a pesar que en ninguno de sus campos terminan de llegar al fondo de nada.
Paradójicamente, con temas como la ideología de género, que es un movimiento que promueve todo tipo de géneros (cuya aparente diversidad se simplifica bajo el singular acrónimo LGBTAQ), y que es un movimiento que va perfectamente de la mano con el progresismo, la tan aclamada ciencia parece desvanecerse. La ideología de género muy convenientemente ayuda al progresismo a borrar o descalificar las estructuras del pasado como el supuesto «patriarcado» o como la «heteronormatividad», han acuñado términos descalificativos como «homofobia», «misoginia», «gordofobia», «transfobia», «fachos», etc., con el propósito de ir moldeando el pensamiento para «seguir moviéndose hacia adelante», de este tema publicaré más reflexiones en el futuro.
Los políticos progresistas se han empeñado en socavar la religión desde todos los campos, pues ven en ella un contrincante que también puede guiar al ser humano en varios aspectos de la vida, como la moral, de orden social, virtud, entre otros. En Guatemala podemos ver como los progresistas descalifican a las personas creyentes diciendo que los hombres padres de familia son infieles a sus esposas y entonces ¿dónde está la moral? o que los pastores o sacerdotes han cometido delitos de pedofilia entonces ¿dónde está Dios?, etc. Las tácticas son sacadas de los manuales de la insurgencia marxista y consisten principalmente en sembrar la semilla de la duda, del autocuestionamiento, y el objetivo es logar que cada vez haya menos personas creyentes. Está muy claro que esto se busca para que un Estado Progresista (y por qué no decirlo de una vez: Totalitario), pueda sustituir a esa religión y a ese Patriarcado y sencillamente ocupe su lugar para decir a los ciudadanos qué está bien y qué está mal y cuál es el camino a seguir.
En el plano cultural, el progresismo se da cuenta que el arte refleja los valores sociales, las canciones hablan de amor, del amor romántico, del amor hacia los padres, de la nostalgia del pasado, y esto representa también una amenaza para «lo nuevo». Entonces el progresismo comienza a promover una anticultura. Lo hemos visto en este gobierno, donde han traído artistas al Palacio Nacional de la Cultura, que promueven la llamada «cultura Woke» (otro tema que comentaré próximamente). El objetivo es presentar alternativas, presentar una suerte de antivalores como algo «nuevo» y por lo tanto superior a lo anterior. El objetivo es el mismo: moldear la percepción de la ciudadanía, para objetivos políticos.
Llegando a este punto podemos plantear que el progresismo (político, cultural, jurídico, etc.) se enmarca como una vertiente del «postmodernismo» y para poder consolidarse, debe derribar las estructuras anteriores, en todos los campos, a esto se le llama deconstrucción. Es decir, el progresismo es deconstructivista. Para poder seguir moviéndose «hacia adelante», el progresismo necesita derribar todo el legado que nos han dejado nuestros antepasados (cultura, religión, tradición, algunos conceptos económicos, entre otras cosas), pues le es incómodo.
Es casi un paralelismo con el comunismo que quería derribar al régimen capitalista para poder construir el comunismo, pero ahora el concepto de progresismo es más sutil y más amplio pues no se limita al régimen económico, sino también quiere abarcar todos los ámbitos, desde el plano religioso, sexual, reproductivo, familiar, climático, etc.
El progresismo necesita que el ciudadano se libere de todas estas estructuras. El progresismo necesita que el ciudadano sea una hoja en blanco sobre la cual escribir el futuro. Y como detrás del ejercicio de la política existe un deseo de llegar y mantenerse en el poder, sabemos que el progresismo, al igual que cualquier otra vertiente política, hará todo lo posible para lograr estos fines sin importar los medios.
La estrategia a corto y mediano plazo es muy clara: combatir las viejas estructuras. En Guatemala el proyecto de Arévalo es muy claro: combatir en primer lugar a una clase opresora que se manifiesta en las «elites depredadoras» (otro descalificativo cuidadosamente aplicado), en el CACIF, en los grandes monopolios, es decir todas las estructuras sobre las cuales se sostiene el neoliberalismo en el país. Los argumentos son exactamente los mismos que llevaron al país a enfrentarse en un conflicto armado que duró 36 años, que era promovido por el Comunismo Internacional.
Ahora, después del gran fracaso de la Unión Soviética y del comunismo en todos sus ámbitos (económico, político, social, cultural , tecnológico, etc.) la llamada izquierda, es decir, todos aquellos intelectuales, activistas, políticos, profesores, artistas, periodistas, etc. que comulgan con la idea de que es necesario derribar a toda estructura conservadora, se han intentado reinventar y han sustituido al Comunismo Internacional (COMINTERN) en otras organizaciones, disfrazándose de proyectos más benevolentes y más «aceptables» para la sociedad. Aquí surge el ya casi irrelevante Foro de Sau Paulo de los años 90, que a raíz del nuevo fracaso del «socialismo del siglo XXI» en Venezuela, tuvo que volver a mutar en lo que ahora conocemos como el Grupo de Puebla.
Para disfrazarse de una idea política más interesante, el Grupo de Puebla se ha apropiado de las ideas progresistas, ya que como vimos, el concepto de «ir hacia adelante» es atractivo sobre todo para las nuevas generaciones, a las que fácilmente se les puede ofrecer más derechos para ganarse sus voluntades. Sin embargo, estas nuevas generaciones hiperconectadas a la red, fácilmente podrían darse cuenta del rotundo fracaso del progresismo en Europa, en Argentina o en Estados Unidos, y es aquí donde entra la desinformación y una especie de guerra cognitiva. Tema para hablar en otro momento.
Es importante mencionar que muchos de los fundadores del Movimiento Semilla, el cual llevó a Bernardo Arévalo a la presidencia, son también miembros e incluso miembros fundadores del Grupo de Puebla, lo cual es fácilmente comprobable al visitar su sitio web. Con esto quiero evidenciar nada más el carácter internacional del proyecto progresista en Guatemala. Es decir, no es un mero capricho inventado por intelectuales locales, o políticos salidos de alguna provincia de Guatemala, y menos de los barrios de la zona 1.
Estamos hablando de un gran proyecto internacional (heredero de proyectos globales como el marxismo de la Unión Soviética y su programa del Comunismo Internacional, del Socialismo del Siglo XXI) que cuenta con el apoyo de políticos poderosos, como la presidente de México, el presidente de Brasil, de Colombia, de Chile, de Venezuela e incluso de España, que es donde actualmente gobiernan progresistas. De esto escribiré más en mis próximos artículos.
Para terminar, comentaré que existe otra estructura internacional muy poderosa llamada Progresismo Internacional, esta estructura fue fundada por miembros del ala más radical del partido demócrata de Estados Unidos (Bernie Sanders y Noam Chomsky, entre otros), en el año 2018 en respuesta al primer período de Donald Trump, al que consideraban demasiado conservador. Durante el mandato de Biden, el Progresismo Internacional influyó todo lo que pudo alrededor del mundo, y fue en ese contexto de influencia del Progresismo Internacional, donde el Movimiento Semilla tuvo el apoyo incondicional de estructuras muy poderosas que de alguna u otra forma le ayudaron a llegar al poder. Cabe comentar que el Movimiento Semilla también está afiliado oficialmente al Progresismo Internacional. El análisis de estos dos temas, el del Progresismo Internacional y el del apoyo al Movimiento Semilla desde «afuera», lo comentaré ampliamente en los siguientes artículos.
Como decía al inicio, los guatemaltecos y guatemaltecas necesitamos saber más del pensamiento político contemporáneo y sobre los cambios profundos que se dan en el mundo y que poco a poco llegan hasta el rincón más alejado de nuestro país. Como dice la frase «Puede que no te intereses en política, pero la política sí se interesa en ti»