“Cosplay” y reguetón amenizan la crisis de Guatemala
El Palacio Nacional parece un salón de eventos variados, mucho más que el sitio desde donde se gobierna Guatemala.
Hace unos días, estudiantes de diseño de modas presentaron una pasarela cuyos modelos transgénero dieron de qué hablar en redes.
Poco después, Bernardo Arévalo presumió la reunión que tuvo en su despacho con el reguetonero conocido como “Residente”, cuyo sesgo lo convierte en referente estético para los izquierdistas. Para completar la nota de color, la vicepresidente Karin Herrera le mandó un melancólico mensaje al reguetonero favorito de la progresía hispanoamericana, invitándolo a tomar un cafecito “la próxima” para “hablar de Oliverio”.
El pináculo de todos esos montajes fue el ejercicio de “cosplay” realizado por Antonio Romero, viceministro de Competitividad que no se sonrojó al caracterizar a John Wick (de una forma un tanto grotesta), para explicar la ley de Competitividad, recién aprobada y que fue muy demandada por el Programa Nacional de Competitividad (Pronacom), donde el ministro fue oficial, lo que podría parecer conflicto de interés, ya que es un entusiasta hincha de una ley que promovía la entidad donde antes trabajó.
Los espectáculos van de lo cómico grotesco a lo tragicómico, porque mientras tanto, en el Congreso se debate el presupuesto más elevado, desfinanciado y con más errores técnicos de la historia.
El viernes se develó la degradación del Congreso, cuando algunos diputados muy cercanos al oficialismo denunciaron amenazas por no avalar un cambio en la Ley contra la Delincuencia Organizada que eximiría a los partidos políticos de responsabilidades penales sin importar la existencia de algún delito, como en este caso, falsificación de firmas para inscribir a un comité cívico.
La trifulca en el Congreso no terminó bien para el oficialismo, que hoy pretende volver a agendar la discusión del Presupuesto General de la Nación al mismo tiempo que otras leyes de su interés. Esto, probablemente, mantendrá la confrontación y el clima de crisis, aunque no debe descartarse que ofertas y amenazas puedan ser argumentos irrefutables para que la bancada independiente consiga sus objetivos.