Ausentismo, cinismo y la doble moral reinan en el Congreso
La sesión del 5 de agosto fue una fotografía del colapso institucional del Legislativo, pero también un espejo incómodo para figuras como Samuel Pérez, que han preferido hacerse los indignados en público, mientras en privado han sido parte del pacto que mantiene vivo el Congreso de la impunidad.
Redacción
El Congreso entra en una de sus peores etapas: sin credibilidad, sin producción legislativa y con una clase política atrapada entre el privilegio y la simulación. Al parecer las cosas se mantendrán de esta manera, mientras, los diputados disfrutan de salarios de lujo sin cumplir siquiera con su deber más básico: asistir a trabajar.

La primera sesión del segundo período ordinario del Congreso se convirtió en una muestra más del deterioro institucional que atraviesa el Legislativo. Con poco más de 50 diputados presentes —de los 160 que integran el pleno—, la jornada del martes 5 de agosto fracasó incluso en alcanzar el quórum necesario para iniciar la discusión de leyes o avanzar con temas clave.
La sesión se limitó a la aprobación del orden del día y la lectura superficial de iniciativas, mientras las sillas vacías hablaban por sí solas del abandono parlamentario.
Pero lo más revelador no fue la ausencia, sino el despliegue de cinismo de algunos diputados que intentaron capitalizar el descontento ciudadano. Uno de ellos fue Samuel Pérez, diputado independiente representante del oficialismo, quien no tardó en publicar en redes sociales su molestia por la falta de asistencia:
“Después de dos meses de receso, apenas hay 45 diputados que venimos a trabajar. Los demás siguen de vacaciones recibiendo sus Q66 mil sin hacer nada”.
Una postura que pretende encarnar la voz crítica, pero que ignora convenientemente su propia responsabilidad en la crisis que hoy enfrenta el Congreso.
La raíz del problema
Lo que Pérez omite mencionar es que esta crisis de legitimidad y operatividad no surgió el martes, sino que se arrastra desde noviembre de 2024, cuando el pleno aprobó el aumento salarial que llevó los ingresos mensuales de cada diputado a más de Q61 mil, una cifra que en algunos casos supera los Q66 mil.
Samuel Pérez, junto con otros diputados independientes y bancadas aliadas, fueron más que cómplices silenciosos del polémico aumento durante la aprobación del Presupuesto General de la Nación y, hasta hoy, han hecho poco o nada para revertirlo.
Los intentos por derogar el Acuerdo 31‑2024 han sido bloqueados por la Junta Directiva, por la falta de voluntad política y por un juego de excusas legales que permiten que la bonanza parlamentaria continúe, aun en medio del desprestigio.
Que ahora el mismo Pérez critique el ausentismo resulta una jugada políticamente conveniente. Pérez, es uno de los principales operadores del bloque oficialista, que durante los últimos meses ha mantenido alianzas con bancadas cuestionadas por corrupción y que ha facilitado acuerdos opacos para repartirse comisiones y garantizar los interés del gobierno.
Además, su bancada también ha contribuido a la parálisis legislativa, ya sea mediante el control del orden del día, el encubrimiento de aliados o la falta de presión real para discutir el retroceso del aumento.