Arévalo y la necesidad imperiosa de apoyo externo
Con menos del 2% de aprobación en las encuestas anteriores al 25 de junio, Bernardo Arévalo era prácticamente desconocido cuando su partido pasó a la segunda vuelta. Para lograr esto, el camino fue previamente despejado de inconvenientes competidores: Jordán Rodas y Thelma Cabrera; Roberto Arzú y Carlos Pineda, los más visibles.
Ninguna de esas exclusiones en pleno proceso electoral motivó indignación, e incluso los ex candidatos desplazados devinieron en aliados convenientes del hasta entonces, anodino diputado de Semilla.
Pronto, la victoria pírrica de Arévalo se convirtió en una cruzada contra la corrupción y contra un imaginario «Golpe de Estado» que supuestos enemigos de la democracia estarían perpetrando contra ¿un diputado que ganó el balotaje o el pusilánime gobernante actual, Alejandro Giammattei, a pocas semanas de terminar una de las administraciones más corruptas e impunes de la historia guatemalteca?
En cualquier caso, la mascarada que logró posicionar a Arévalo como un personaje político se montó y pese al enorme costo económico de los bloqueos, y a que la protesta violenta frente al Ministerio Público (MP) se va diluyendo, la «lucha» logró por lo menos un objetivo: Arévalo es conocido por todos los guatemaltecos.
Entretanto, el diputado se niega a renunciar de su curul, destina un mínimo porcentaje de su tiempo al trabajo legislativo y se enfoca especialmente en hacer «lobby» ante los artífices de la situación política en Guatemala: la izquierda incrustada en el Departamento de Estado estadounidense, ya que sin este apoyo no habría movilización de campesinos hacia la capital.
Arévalo exhibió como un gran triunfo político su entrevista con el senador Marco Rubio, anticomunista si los hay. Curiosamente, Rubio no comentó nada de esto en sus redes y por el contrario, recordó el calvario de la familia Bitkov a manos de la CICIG.
En una paradoja extrema, el portavoz de la llamada «Revolución de Octubre» es el subordinado más obsecuente del Imperio del Norte, otrora enemigo de la «primavera» que ayudó a derrocar en 1944. Pero esas minucias históricas no le preocupan al candidato ganador del balotaje, y mucho menos a las «autoridades ancestrales», proveídas con millones del «imperio» que sus dirigentes oenegeros gastan alegremente, exhibiendo un estilo de vida propio de oligarcas.
Sin aval externo, el proyecto Semilla retornaría al menos del 2% donde lo ubicaban las encuestas hace unos meses. Esto es evidente en las giras de Arévalo por EE.UU. y en el aval de ciertos demócratas a los bloqueos criminales y otras acciones reñidas con la ley. En esta lucha furiosa por impedir que el MP dé a conocer los resultados de las investigaciones que realiza, parece que todo se vale.
La tenebrosa «agenda 2030» se cierne sobre Guatemala como un tétrico fantasma. Es casi un hecho que Arévalo tomará posesión el 14 de enero, y el MP insiste en que su objetivo no es impedir dicha transición. Sin embargo, pese a los miles de millones de contribuyentes estadounidenses que se destinan a fomentar el caos en Guatemala, es probable que el próximo gobierno asuma con pies de barro: sin bancada oficialista, con un presupuesto mucho menor al que exigieron y probablemente, con la pérdida del aval estadounidense que los sostiene, en caso de que dentro de un año, cambie el mapa político en Estados Unidos.