¿Arévalo perdió la ruta o jamás la tuvo?
Con seis meses en el gobierno, Bernardo Arévalo puede jactarse de que supera a todos sus antecesores en cuanto a inestabilidad en la gobernanza y la nula gobernabilidad. Hoy se anunciaron dos nuevos cambios en el gabinete, donde campean la movilidad de los funcionarios y la mínima ejecución presupuestaria, directamente proporcionales a las extravagancias en los gastos del gobierno central.
Joaquín Barnoya será el nuevo ministro de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS) mientras el ex «Zar Anticorrupción», Santiago Palomo, va para la Secretaría de Comunicación Social. Pese a que no tiene ninguna experiencia en comunicación, sustituirá al «viejo zorro» Haroldo Sánchez.
La destitución fue precedida por la profusa cobertura «de expectativa», lanzada por una prensa prostituida si cabe. Entre los más acérrimos críticos del gobernante existen ex funcionarios que en su momento fueron cuestionados por presuntos desfalcos y contratistas que lucen adjudicaciones en Guatecompras, quienes operan desde cuentas anónimas de redes sociales y exhiben miles de seguidores, muchas veces «bots», además de caracterizarse por divulgar información no verificada.
Haroldo Sánchez, inició su ascenso al amparo de Álvaro Arzú, conduciendo el programa Avances, para terminar señalado por el «sapo» Juan Carlos Monzón como un periodista fafero que recibía fondos de Otto Pérez y Roxana Baldetti cuando dirigía Guate Visión, lo que supuestamente le valió el despido pero jamás una querella penal. Y recientemente, los críticos de Arévalo difundieron supuestos actos de corrupción que vincularían a Sánchez.
El coro de las alabanzas a Bernardo Arévalo no se diferencia de sus detractores. Muchos recién salidos de la adolescencia cuya experiencia era una cuenta en Tik Tok, ahora son funcionarios expertos en comunicación
En medio de este ambiente plagado de bulos, sobornos y falsas informaciones, que en nada se parece al periodismo, el gobernante y su equipo abonan con la inestabilidad del gabinete. Tres ministras, dos viceministros, innumerables directores y jefes de sección fueron despedidos de diferentes dependencias estatales en seis meses.
Santiago Palomo fue nombrado director de Comunicación Social, luego de su anodino paso por la Comisión Anticorrupción, instancia que siempre fue decorativa y en otros gobiernos estuvo a cargo de la vicepresidencia. En esta época donde se vale especular, cabría suponer que Palomo es «gente» de Karin Herrera y a través de los medios prostituidos que avalan a esa facción gubernamental, podrían haber incidido en la remoción de Sánchez, más apegado a Arévalo, como lo probaría que su destitución es «pantalla» porque sigue siendo asesor.
Especulaciones aparte, destituir a un periodista con muchas décadas de experiencia no solo en lo privado sino en el Estado, para ubicar a un burócrata de nuevo cuño sin un solo vínculo con la Comunicación Social y menos con el periodismo, es otro de los desaciertos de Arévalo, que podrían agravar la situación ya caótica que vive su entorno más cercano y se refleja en la terrible situación que afrontan los guatemaltecos.
En cuanto al MSPAS, que «Dios nos agarre confesados». El nuevo titular es una de las figuras emblemáticas de lo que se suele llamar «covidianos». Promotor de las inoculaciones experimentales, los encierros y otras medidas condenables. Barnoya fue premiado por la OPS/OMS y esto lo dice todo sobre su enfoque, pero además, es familiar del nefasto presidente de la Coprecovid, José Asturias Barnoya.
Paradójicamente, la única rendija de esperanza que permite ver un poco de luz a los guatemaltecos, es la inoperancia e inmovilidad del actual gobierno, lo que podría significar que los nuevos designados se mantengan tan inactivos como sus antecesores, lo que seguiría entorpeciendo los planes de quienes promueven la Agenda 2030.