Politokers e influencers, la cara amable de la vieja corrupción
Por Julio Abdel Aziz Valdez
En un reciente reportaje presentado por los periodistas Marvin del Cid y Sonny Figueroa, confirmaron lo que todos saben en el medio político guatemalteco, y es que un grupo de jóvenes influencers que se hacen pasar por periodistas en determinados espacios, forman parte de la estrategia de propaganda a favor del gobierno actual.
¿Saben que es lo sorprendente de este reportaje? Además del hecho mismo que estos dos periodistas en determinado momento formaron parte de la estructura de descrédito de los anteriores gobiernos, lo que obviamente no hacían de gratis, es que paradójicamente se despegan de la tendencia informática y de opinión de los activistas de tiktok y de los medios como Prensa Comunitaria, Plaza Pública, La hora, La Gazeta y No Ficción, lo que nos dice del quiebre que existe entre ellos, hay que entender que los medios de financiamiento no son los mismos.
Pero regresando con los llamados politokers, viendo sus perfiles podemos ver la tendencia. Por ejemplo la juventud, aun cuando algunos ya son añejos, no pierden la oportunidad de mostrarse frescos frente a la cámara, lo otro es que para el medio guatemalteco como detalle pintoresco son whitemalans, que es un termino criollizado del usado en México o whitemexicans para definir a los influencers blancos, de extracción pequeño burguesa (no olvido mi formación marxista, lo siento) que presentan la cara menos “tosca” de la sociedad y aun cuando este detalle pudiera ser accidental en realidad no lo es, todos y cada uno de estos, fueron seleccionados por parte de quienes tienen a su cargo la estrategia de comunicación del partido (suspendido) en el poder y sus dirigentes.
La izquierda rosa como la definía el desparecido Mario Roberto Morales, había identificado, como tantos otros proyectos similares en el continente que sus discursos populistas, llenos de jerga de inclusión pegan más, contradictoriamente, en las clases medias citadinas, en donde prevalecen gran parte de los whitemalans, estos eran el voto duro, por lo que los tiktokers tienen ahí su medio ambiente de reproducción. Pero, por otro lado, y es parte de la critica que hace Vox Populi, el tema de la degradación del oficio del periodista, ya que mostraron como estos fueron presentados como tales en el acto de envestidura del cuestionado presidente. Es necesario aclarar que este proceso de descomposición empezó antes, mucho antes, desde que el periodismo activista actual, dejo de vivir de la pauta comercial y comenzó ser mantenido por las agencias de cooperación, quienes dan dinero a cambio de posicionar agendas, y por supuesto posicionar a personas de confianza a alfiles y caballos, a los peones con pagarles el jornal del día tienen.
Son las agencias, las que concluyeron que seguir pagando y pagando por seminarios, talleres y publicaciones era plata desperdiciada, por lo que el objetivo era poner un gobierno a su medida, y para asegurarse de ello, crear y moldear opinión, entonces era necesario colocar la plata en los bolsillos de los influencers, periodistas militantes y porque no tiktokers.
Veamos el ejemplo, si antes era la preocupación los niveles de violencia delincuencial, hoy en día, y de la manera más cínica asumen como valida la afirmación realizada por las autoridades en cuanto a que estamos frente a un problema de percepción, o intentan desprestigiar las criticas al ministro de comunicaciones por su abierta incapacidad frente al problema de viabilidad de las carreteras nacionales.
El problema de los politokers, más allá de la propaganda que destilan, es que trivializan la política, así es, ahora resulta ser que el ser político es un asunto de likes en redes sociales, especialmente en tiktok, y para conectar con los jóvenes urbanos, que son en gran parte los votantes, es necesario disponer de imagen sin contenido, con pura emotividad, telenovelesca al mejor estilo de Canal Azteca, de esta manera infantilizan y manipulan al público objetivo, el que finalmente les va creer que estamos viviendo la Nueva Primavera y no la continuación de la pesadilla de la corrupción.