Arévalo habló… pero no aclaró nada
Arévalo evitó asumir responsabilidad directa y centró su discurso en la “transformación estructural” del sistema penitenciario, afirmando que la crisis se origina en “problemas históricos” y que su gobierno emprende un “proceso sin precedentes”. La retórica del mandatario desplazó la culpa hacia otros sectores y convirtió la emergencia en una oportunidad política para anunciar nuevos proyectos, sin rendición de cuentas inmediata.
Redacción
Mientras Jiménez había declarado días atrás que “no renunciaría”, dos días después su salida fue oficializada. Uno de los viceministros, José Portillo denunció públicamente actos de corrupción que involucrarían a Palencia y señaló además injerencia directa de la Embajada de Estados Unidos en las decisiones del Ministerio de Gobernación, extremo que el presidente, paradójicamente, terminó reconociendo como “apoyo técnico internacional”.
En su discurso, Arévalo anunció el respaldo del FBI y otras agencias estadounidenses, la construcción de una nueva cárcel y la llamada “Ley Antipandillas”. Sin embargo, ninguna de estas medidas incluye detalles sobre mecanismos de fiscalización o resultados de la investigación sobre los mandos penitenciarios responsables de la fuga.
El mandatario tampoco precisó cómo ni cuándo ocurrió la fuga, cuántos funcionarios están implicados, ni si existen procesos administrativos o penales en curso. En cambio, aprovechó la ocasión para destacar el papel del sistema de justicia y de los “sectores comprometidos con el Estado de derecho”, justo en momentos en que se aproxima la elección de entidades del aparato de justicia.
En el fondo, el discurso parece más una operación política que una rendición de cuentas. Arévalo se presenta como víctima de un aparato heredado, promete cooperación internacional y más presupuesto, pero omite responsabilidades inmediatas. Mientras tanto, la crisis penitenciaria sigue abierta, los reos continúan prófugos y el país no sabe aún quién falló