Arévalo, Consejo Campesino y el fantasma del marxista «decreto 900»
A días de cumplir su primer mes, el gobierno de Semilla ya da muestras de desgaste, aún antes de que su plan de gobierno comience a implementarse. Excepto una serie de despidos que parecen arbitrarios y curiosamente motivaron el resentimiento de simpatizantes de Semilla afectados por la medida, y la positiva cancelación del corrupto contrato de Seguro Escolar, el nuevo gabinete no demuestra gran diferencia con el gobierno anterior.
Evidentemente, ha pasado muy poco tiempo, pero la «primavera» anunciada con bombos y platillos parece todavía lejana. Entretanto, los simpatizantes del partido que ofreció una «nueva política» desde su fundación, comienzan a decepcionarse. Más allá de los adeptos clientelares, que esperaban un puesto en el gobierno o perdieron el que tenían, es palpable el desencanto de varios izquierdistas, quienes no logran explicarse por qué el gobierno de la «primavera» está al servicio de «la embajada» y por qué su aclamado líder, a quien percibían como reencarnación del padre mitológico, felicitó a Nayib Bukele,
Inclusive la prensa oficialista comienza a revertir su entusiasmo y uno de tantos informativos pro Semilla publicó un reportaje en el que académicos comentan la lentitud en la implementación del plan de gobierno.
A la par de la incipiente decepción izquierdista, comienza a surgir la alarma ciudadana por la instalación de un Consejo Campesino en el que convergen organizaciones conocidas por participar en usurpación de propiedad privada (en algunos hechos hubo heridos y hasta muertos).
Amén de que dicho consejo está calcado de los que ya instalaron varios países del Foro de Sao Paulo, las organizaciones que integran la versión guatemalteca provienen de la ex guerrilla y sin excepción son financiadas por la izquierda europea y estadounidense, con impuestos de esos países.
Los grupos en mención son: Comité de Unidad Campesina (CUC), el Comité Campesino del Altiplano (CCDA, la Unión Verapacense de Organizaciones Campesinas (UVOC) y la Central de Organizaciones Indígenas Campesinas Ch’orti’ (Nuevo Día). La comezón de la soñada reforma agraria atacó a la izquierda de tal manera, que la semana pasada, el grupo CODECA anunció «clases de marxismo».
El Consejo Campesino surge en primer lugar como exigencia de los financistas, que durante décadas han dado miles de millones a estas organizaciones, sin ver pizca de resultados en términos de desarrollo agrario. Pero también es resultado de negociaciones implementadas inmediatamente después de los bloqueos criminales de octubre 2023, asimismo, financiados desde ONGs que reciben fondos de la UE y USAID. De esta manera, Arévalo, quien ya dio varias muestras de debilidad, cedió un espacio de poder a organizaciones que promueven el odio de clases, la división racial y la expropiación, palabra que es veneno para el guatemalteco promedio, incluyendo a los campesinos indígenas propietarios de parcelas y a los comerciantes indígenas, quienes sostienen la economía nacional con su trabajo.
Aunque el propio Arévalo dijo en campaña que implementaría expropiaciones, sus acercamientos con cierto grupo de empresarios le harán difícil cumplir la promesa. Sin embargo, el Consejo Campesino, con todo el aval de sus financistas, podría tratar de poner en marcha la temida reforma agraria, que en 1954 fue el principal generador del movimiento liberacionista. Y esta será otra piedra en el zapato de un gobierno prematuramente desgastado, que tiene alrededor muchos frentes para atender pero al parecer, no logra salir del marasmo posterior a la pírrica victoria electoral.
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