Anabella Giracca y el regreso de la cura contra el susto, el wokismo al poder
Por Julio Abdel Aziz Valdez
Recuerdo ahora el gran aporte de la ex ministra de Salud del gobierno de Jimmy Morales, que por cierto fue parte de un combo impuesto por la embajada norteamericana, quien duró que duraron menos de un año en el poder, junto con los flamantes ministros de Finanzas, Gobernación y Trabajo, luego de que “no compartieran el rumbo del nuevo presidente”.
Pero regresando al caso de la Dra. Lucrecia Hernández Mack (que en paz descanse), dio fama a su muy efímera gestión por dos aspectos: uno, por la contratación de digitadores sin computadora, lo que suponía un claro ejemplo de corrupción y dos, por tratar de cambiar el rumbo asistencial del ministerio en cuestión e intentar convertir este en un organismo de un enfoque preventivo y asistencialista, a otro de corte inclusivo y con pertinencia cultural donde se destinarían recursos financieros para tratar males como el mal de ojo y el chipe. O sea, decirles a los usuarios imbuidos en sus interpretaciones mágico religiosas que tenían razón, y entonces les iban a recetar que usaran pulseras de color rojo o se prepararan remedios caseros. Así es, tirar a la basura mas de 300 años de avances científicos con tal de que la ministra en cuestión fuese reconocida, por la comunidad internacional, como la benefactora de los pueblos indígenas.
Quién diría que luego de unas elecciones anómalas en 2023, con un partido abiertamente corrupto, se repite la experiencia de MSPAS del 2016, pero con la licenciada en Letras y Filosofía al cargo del Ministerio de Educación. La citada profesional, cuyo acercamiento al mundo de la educación ha sido como escritora de cuentos y novelas, tiene experiencia administrativa como Directora del centro de investigaciones en interculturalidad en la Universidad Rafael Landívar. Valga hacer la aclaración: esta no fue la dependencia de más lucidez y aporte académico en aquel centro de estudios, que por cierto, cada día luce más su vena globalista.
En esta parte de mi alocución evocaré mi pasado marxista solo por un momento, y me disculpo con mis lectores habituales por ello, pero creo que solo Marx me puede ayudar aquí: Anabella Giracca es lo que se denomina miembro de la burguesía rancia de Guatemala. Una burguesía que por cierto esta imbuida por la culpa de sus privilegios, algo así como lo que sucede con Marta Elena Cassaus Arzú. Se cansaron de las vacaciones en Europa, del shopping en Estados Unidos y los fines de semana en Río Dulce, y desean saber que son reconocidas como salvadoras. Y sí, ella es la clásica burguesa que conmina a sus vecinos y parientes en dar caridad, pero igual no le hacen el feo a recibir dinero de sus empresas, y con ello, tener el tiempo suficiente para escribir.
Como representante local del wokismo victimista e interseccional, sus mayores aportes, si es que se puede hablar de ellos es, como lo hizo una vez la doctora Hernández, valerse de lo indígena para mostrarse como la ladina concientizada, la que gusta de la informalidad y con güipil en señal de solidaridad con lo ancestral. Me gustaría creer que este postureo es por solidaridad humana, pero viniendo de esta burguesía, nada mas lejano de la realidad. Es más bien un postureo, la necesidad insaciable del aplauso de los eternos ofendidos.
La relación entre miembros de la burguesía y la izquierda no son para nada fenómenos recientes, es más, han sido los privilegiados hiper ideologizados los mas propensos a desarrollar ideologías autodestructivas cual conducta adictiva. La ministra (propuesta) se siente en la cúspide de su necesidad de reconocimiento cuando los dirigentes indígenas, comprados, les gritan hurras por defender “la democracia”. ¡Vaya despropósito!. Una escritora burguesa sin experiencia en administración pública; pero eso sí, con suficiente ideología y toda la estructura intelectual de la universidad encomendada a los jesuitas que ahora tomarán por asalto, en conjunto, las dependencias de aquel ministerio ¿Qué mejor que eso?
Esta ministra ya no es el aviso, es la confirmación de que Semilla apostará por seguir manteniendo románticamente lo indígena más allá de los mismos indígenas, más clientelismo y paternalismo al estilo de Álvaro Colom. Mantener abierta, como diría otro “gran landivariano”, Álvaro Pop, la ventanilla de atención al indígena en el Estado.