¿Adiós a la guarnición? Por qué hoy se come diferente en Alemania
Había una vez en Alemania, un plato servido con «Schnitzel» (escalope), espárragos y las tradicionales patatas asadas alemanas. O «Kasseler» (filete de cerdo ahumado), chucrut y patatas hervidas.
Por dpa/EP
Normalmente, se entendía que una típica comida caliente alemana constaba de un plato de tres componentes. Es decir: carne o pescado, guarnición de verduras y guarnición saciante (rica en carbohidratos). ¿Será que esta última está desapareciendo lentamente?
Lo que es seguro es que la cultura alimentaria -y la cultura a la hora de salir a comer (algo que, obviamente es cada vez más caro)- está cambiando.
Una encuesta de la consultora Civey reveló recientemente que casi el 50 por ciento de los adultos en Alemania come fuera de casa con menos frecuencia.
Y quien lee en 2024 el menú en los lugares de moda, observa que cada vez es más normal que se cobre un extra por cada guarnición por ejemplo del filete de res, ya sean hidratos de carbono, como las patatas fritas y el puré de patatas, o verduras. ¿Qué ha pasado con la cultura culinaria?
Millones de personas siguen comiendo, por supuesto, platos tradicionales. Numerosos restaurantes siguen sirviendo, como antes, la «Wiener Schnitzel» (escalope a la vienesa) al estilo tradicional.
Pero los jóvenes suelen tener otras preferencias, por ejemplo tendencias culinarias como los bowls, la cocina árabe y la comida asiática. Y a esto se suman por supuesto la pizza, las hamburguesas y el kebab.
«El plato de tres componentes tan usual durante mucho tiempo en Alemania hoy se volvió en algo totalmente anticuado y es considerado por muchos como paternalista», que inhibe las decisiones libres, dice el experto en ciencias culturales Gunther Hirschfelder, de la Universidad de Regensburg.
El científico afirma que la gente hoy prefiere tener una amplia oferta y vivir la experiencia.
«La generación más joven a menudo considera extraño que todo el mundo reciba lo mismo en la mesa. La comida se ha convertido en una expresión de la personalidad propia. Tenemos estilos alimentarios pseudoindividualizados», observa Hirschfelder.
«En los años 1980, cuando se iba a un restaurante, no se decía en todo momento lo que se quería omitir, lo que sobraba o lo que no se toleraba. También estaba la tendencia social que enseñaba a niños y jóvenes que ‘se come lo que está servido en la mesa'», precisa.
Hirschfelder profundiza un poco más a la hora de explicar la antigua cultura alimentaria de Alemania y señala que tras la vergonzosa Segunda Guerra Mundial, existía una «sociedad de clase media nivelada», como la caracterizó en su día el sociólogo Helmut Schelsky.
«Socialmente, la gente se sentaba en el mismo barco, simbólicamente también en la misma mesa, comía por debajo de sus posibilidades económicas y prefería no destacar con sabores extravagantes. Y las patatas, en particular, se servían simbólicamente como una guarnición que brindaba saciedad», dice.
El experto remarca que los bienes de consumo material eran más importantes que lo que se servía en la mesa, pero viajar y vivir también eran más importantes que comer.
En los últimos 30 años, han surgido nuevas visiones del mundo en la sociedad del bienestar posterior a Guerra Fría, a menudo en la línea de la narrativa rectora «soy lo que como».
El experto en cultura sostiene que actualmente se observa un retorno de las ideologías políticas, pero en la vida cotidiana continúa la sobrevaloración de la comida.
Sigue siendo importante lo que se come y lo que no, dice Hirschfelder, que cita como ejemplo un estilo de vida vegano, bajo en carbohidratos o la comida más exótica posible.
«El lema parece ser: si bien no puedo cambiar el mundo, al menos puedo cambiar lo que hay en mi plato», concluye.